Educar para el futuro

El verdadero problema no está en las tareas

Uno de estos factores es el hecho de que muchas de las personas responsables de custodiar a las niñas y niños durante su periodo vacacional, están ocupadas

Publicado: 05/07/2019 ·
10:40
· Actualizado: 05/07/2019 · 10:41
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Autor

Antonio Monclova

Antonio Monclova es biólogo, doctor en prehistoria y paleontología, master en arqueología y patrimonio

Educar para el futuro

Análisis, crítica y reflexión sobre las necesidades pedagógicas de la sociedad para difundir el conocimiento y la cultura

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Ya han llegado las vacaciones de verano a las escuelas y un año más ha dado comienzo el debate sobre si desde un punto de vista docente es o no oportuno mandar tareas escolares para casa (que poco original). Pero cada año que pasa esta discusión va volviéndose más compleja debido principalmente a la evolución sufrida por la coyuntura social en la cual se desenvuelve la población infantil, en cuyo entorno social se han introducido factores que en gran medida son ajenos a la docencia y que obligan a abordar desde una nueva perspectiva la forma en como los menores pasarán sus vacaciones estivales.

Uno de estos factores es el hecho de que muchas de las personas responsables de custodiar a las niñas y niños durante su periodo vacacional, están ocupadas en tareas laborales y si no tienen con quien dejarlos están obligados a matricularlos en alguna escuela de verano, campamento o entorno similar.

Es cierto que en esos lugares los menores suelen estar convenientemente atendidos, pero no es menos cierto que a esas edades (como a cualquier edad) el periodo vacacional es para descansar y desconectar de lo que habitualmente se hace, algo que en el caso de los menores se traduce fundamentalmente en que necesitan disfrutar del juego. Para atender esa necesidad en los mencionados sitios predominan las actividades lúdicas aunque, en menor grado, se combinen con alguna que otra tarea relacionada con el aprendizaje.

No abriré aquí un debate sobre la utilidad de las tareas estivales, pero tengo claro que este verano muchas niñas y niños las harán, aunque solo sea como parte de unas actividades extraescolares, algo que no va a suceder porque les convenga desde un punto de vista docente, sino porque no les quedará otro remedio. De estas actividades me preocupa por un lado el costo económico que suponen para muchas de las familias que no pueden prescindir de ellas y por otro lado me parece intolerable que quienes las gestionan no siempre las diseñen para el adecuado desarrollo de su cometido.

Estas circunstancias sacrifican el bienestar de muchas familias, imposibilita que otras apunten a los menores a tales actividades y además a menudo las convierten en simples aulas de juego, talleres de manualidades o clases para hacer tareas. En vez de generar tanto debate sobre las tareas en vacaciones, la sociedad en general y los medios de comunicación en especial deberíamos preocuparnos más por el problema que aquí denuncio.

Las administraciones deben tomar cartas en el asunto, ayudando a las familias más desfavorecidas a compatibilizar el acceso al mercado laboral con las vacaciones de los menores y legislando sobre cómo se deberían organizar e impartir unas actividades que ocupan tanto tiempo en el proceso educativo y de aprendizaje. Hay que evitar que sean solo un negocio.

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