Educar para el futuro

Érase una vez un país donde censuraban los cuentos

En la antigua Roma se destruían o modificaban estatuas, monedas, inscripciones y monumentos para borrar todo rastro de la existencia de condenados

Publicado: 17/04/2019 ·
11:21
· Actualizado: 17/04/2019 · 11:22
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Autor

Antonio Monclova

Antonio Monclova es biólogo, doctor en prehistoria y paleontología, master en arqueología y patrimonio

Educar para el futuro

Análisis, crítica y reflexión sobre las necesidades pedagógicas de la sociedad para difundir el conocimiento y la cultura

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En la antigua Roma se destruían o modificaban estatuas, monedas, inscripciones y monumentos para borrar todo rastro de la existencia de condenados y personas non gratas para los gobernantes, era la damnatio memoriae.

Una de las señas de identidad de los totalitarismos es la eliminación del imaginario y la memoria social cualquier aspecto opuesto a sus postulados, por ello en dictaduras como la de Stalin y la de Hitler se ocultaban y manipulaban datos históricos, se prohibían y destruían libros, se impedía debatir sobre determinados temas y no era raro ver como desaparecían de las fotografías personas consideradas enemigas del régimen.

Antes de la transición en España se prohibían libros, se manipulaban y ocultaban hechos en los textos escolares y la trama de algunos cuentos servía para ensalzar las virtudes que el régimen consideraba fundamentales para los ciudadanos más jóvenes.

Pues bien, quien iba a decirnos que en una sociedad democrática del siglo XXI habría sectores sociopolíticos que para beneficiar sus postulados aplicarían la damnatio memoriae.

Y no hablo de la llamada memoria histórica, sino de un asunto que aunque parezca menos grave no deja de ser importante para la educación de los más jóvenes, el intento de reescribir los cuentos infantiles.

Los motivos para hacerlo son tan variados como estúpidos, aquí me referiré al papel de los personajes femeninos. En la mayoría de los cuentos la princesa por ser la víctima o la bruja por ser la mala no dejan de ser las protagonistas, a pesar de que un príncipe supuestamente machista despierte a la princesa o luche a muerte con la bruja.

Querer que la mujer adopte un papel diferente en un cuento es un privilegio respetable de quien lo escribe, igual que criticar una obra literaria lo es de quien disfruta de ella en un libro o en el teatro.

Todos tenemos derecho a escribir obras literarias, aunque no sepamos e incluso lo hagamos inspirándonos en otras, que ya otros decidirán si es un plagio. A lo que desde luego no tenemos derecho es a eliminar la obra literaria de un autor para sustituirla por otra, argumentando además la conveniencia de hacerlo. Reescribir cuentos infantiles es parte de un proceso que como era de esperar ya intenta sustituir otras obras literarias por su versión menos machista.

Más allá del desprecio a los autores del pasado, es triste es que esto se haga porque cometieron el terrible error de trasladar a sus obras el contexto histórico-social en que vivieron.

Según los mamarrachos predicadores del falso feminismo, los autores de cuentos infantiles y demás obras literarias, antes de escribir debieron tener en cuenta que vivían en una sociedad heteropatriarcal y bla, bla, bla.

A esos totalitarios les digo que se interesen más por el papel pedagógico y los valores aportados por esas obras a lo largo de la historia, porque la damnatio memoriae puede volverse contra ellos.

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