El silencio que arranca al paso de Afligidos aglutina y describe a la perfección lo que en él sienten los que acompañan el caminar decidido de una de las imágenes más icónicas y devotas de toda la ciudad. Jesús de Afligidos es el Nazareno, la imagen que siglos después sigue despertando la admiración y el cariño de un pueblo que arropa en esa salida compleja y grandiosa que cada año tiene que realizar.
Un sacrificio, que rodilla en pie, bien merece un año de espera para ver de nuevo la aflicción de un rostro, tan enigmático como cautivador y venerable.
Afligidos es la historia mejor contada de la Semana Santa portuense; es su génesis. Con él empezó todo. Ese Vía Crucis que precedía antes de las procesiones ya estaba Nuestro Padre repartiendo catequesis por San Francisco.
Este año volvía a la que fuera su refugio ante los años convulsos de la historia y otra vez el Convento de las Concepcionistas, 150 años después, rendía pleitesía como los cinentos de personas que acompañó el andar decidido del que, aún sabiendo que va a morir, valiente busca el Gólgota junto a su inseparable Simón de Cirene. El primer costalero que asumió que la condena de su amado debía tener la consoladora compañía.
Bajo sus pies, un paso más completo. Su Madre, Mª Stma del Rosario, tras él, y con su inigualable palio de cajón, deleitó en la obra insuperable de Ortega Brú. Silencio, oración y penitencia para el Lunes Santo más auténtico.
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