Alejandro Merello
El pasado miércoles la comunidad científica obtuvo la primera imagen de un agujero negro. Hasta la fecha, éramos conocedores de su existencia, mas este hallazgo ha materializado un concepto hasta hoy matemático.
El fenómeno del agujero negro no es más, ni menos, que una alta concentración de materia. Una concentración de materia de tal intensidad de fuerza gravitatoria que nada escapa a ella, ni siquiera la luz. Dos conceptos que no sólo hemos visto materializado a través de una imagen, sino que adquiere dimensiones mundanas: la concentración de materia y la atracción.
¿Será un agujero negro lo que estos días nos engulle?¡Ah!, ¿qué no? Veamos el símil: el panorama político se empieza a enrarecer y cual agujero negro, una alta concentración de materia política va tomando dimensiones fuera de lo corriente. Nada escapa al agujero negro de la política, a mayor masa, mayor grado de atracción.
Se extiende la teoría de que los agujeros negros son las fuerzas que mantiene a ciertos sistemas unidos… si me permiten que reduzca a estos extremos una teoría que no domino. Y ahí está la diferencia entre un agujero negro y la cloaca en la que la política gira y gira, sin llegar a caer por el sumidero.
El nivel de atracción de nuestro interés que la materia política alcanza estos días es inversamente proporcional al nivel de las personas que la lideran. Y giran y giran, envueltos en declaraciones, en desmentidos, en correos electrónicos y en conciliaciones pre demandas… como las toallitas que, siendo higiénicas, taponan como el lodo los sumideros por donde todos deberían caer.
Y nosotros, cansados del espectáculo, viendo el nivel y viendo esa alta concentración de materia que ya no oscura, sino negra. Que sólo dan ganas de cruzar los dedos porque esas toallitas no taponen nuestro futuro… y tirar de la cadena.
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