La Taberna de los Sabios

Y la oración de un pueblo se hizo Semana Santa

La Semana Santa es la oración de Andalucía y Andalucía jamás dejará de rezar

Publicado: 10/04/2019 ·
09:53
· Actualizado: 10/04/2019 · 09:53
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Autor

Manuel Pimentel

El autor del blog, Manuel Pimentel, es editor y escritor. Ex ministro de Trabajo y Asuntos Sociales

La Taberna de los Sabios

En tiempos de vértigo, los sabios de la taberna apuran su copa porque saben que pese a todo, merece la pena vivir

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Ya está aquí y sentimos el temblar de su emoción. Entramos en la Semana Santa, la semana grande de Andalucía, religiosa y popular, espiritual y pagana, sensorial y artística. Un acontecimiento astral de inequívoca evocación pagana, la primera luna llena de la primavera, o luna llena de Parasceve, en expresión hebrea de uso cofrade, marca el rito del Pasión de Cristo, según se determinó en el Concilio de Nicea del remoto año 325. Entramos en Semana Santa, nuestra fiesta popular/religiosa más genuina y extendida. Le guste o no, participe en ella o se ausente, la Semana Santa también le hablará con el rezo musitado de la devoción popular, sentida por millones de andaluces. Sus hondas raíces históricas nutren de savia vivificadora su tronco añoso, pleno de presente y cargado de futuro. La Semana Santa es la oración de Andalucía y Andalucía jamás dejará de rezar, abrazada por la letanía del azahar y acariciada por el terciopelo del incienso, bajo la promesa de una primavera en punta de flor.

Bajo las liturgias de la Semana Santa late su doble esencia, la de su inequívoco sentido religioso y, al tiempo, la de su innegable espíritu popular. Cada pueblo reza a su manera, y el pueblo andaluz se expresa en su Semana Santa, con tantas expresiones como pueblos y ciudades alberga. Cada ciudad, cada pueblo, reza a su forma, con su particularísima exudación mística y espiritual. Semanas Santas de Andalucía, todas tan parecidas, todas tan distintas.

La Semana Santa emerge del pueblo, no nace de magnos tratados escolásticos, ni de la ciencia docta de obispos y cardenales. La Semana Santa es del pueblo, que exalta su fe en una expresión barroca, social y bulliciosa, que comulga con el blanco caserío de sus calles y con el recogimiento y asombro de las muchas personas que acuden al amor de los pasos procesionados, devotos de sus titulares. El placer de lo estético, el estremecimiento ante lo hermoso, la fe y el sentimiento religioso, se conjugan en emoción y rezo. ¿Quién no se emociona, quién no se sobrecoge, ante el paso mecido a su vera? ¿Quién no reza, aunque sea con la oración del asombro, antes sus imágenes atormentadas? ¿Quién no ruega, la salud, la fortuna o el amor esquivo? ¿Quién no musita en silencio una súplica ante el problema que le angustia, ante la desazón que le corroe?

La Semana Santa pertenece al reino de la emoción, sus veneros manan del corazón del pueblo. Desde siempre, fue una oración colectiva, un rito público, un rezo de pies arrastrados, un sahumerio de incienso que eleva nuestras plegarias, una ancestral oración del pueblo transmutada en procesión.Otros pueblos expresan su religiosidad de manera individual, silenciosa y austera. Nosotros necesitamos la solemnidad de la procesión para nuestro rezo compartido, jaleada por tambores y cornetas, y sobrevolada por la paloma mística de la saeta que rasga el aire claro de un pueblo milenario. No reza una persona, reza una ciudad entera que se transmuta en oración con la procesión como sortilegio. Ora quién procesiona, ora quién los ve procesionar. Ciudad y procesión, bullas y gentíos, calles, plazas y balcones, constituyen un todo orgánico que proclama su fe en un Dios que se encarnó para morir por todos nosotros. Y, Dios, de que hermosa manera lo hace.

Y se siente. Ya está la primera en la calle. 

 

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