Tengo la sensación de que aún los andaluces no hemos terminado de asimilar el histórico cambio que parece vamos a vivir dentro de pocas semanas. Bien es cierto que apenas nadie pronosticó que por primera vez desde que vivimos en democracia, podía gobernar Andalucía un partido que no fuera el PSOE.
Al menos, sí parece que tanto PP como Ciudadanos sí se lo han creído y, en lugar del tradicional mareo de perdiz típico en la política, parece que ya tienen bastante avanzado el acuerdo de Gobierno que permita dar un vuelco a la gestión autonómica.
Somos muchas las generaciones que no hemos conocido otro gobierno en la Junta de Andalucía. Por eso aún no terminamos de creernos que pueda ocurrir otra cosa y que, de verdad, Andalucía no va a ser gobernada por los mismos de siempre.
Si PP y Ciudadanos no articulan el cambio y, además, pronto, apenas podrán presentarse ante los andaluces de nuevo. Ya una vez, con Arenas, el PP llegó a ganar al PSOE, pero es la primera vez que, en democracia, hay una opción de que el PSOE no gobierne esta tierra. Y no hay ni excusas ni motivos que impidan a estos dos partidos llegar pronto a un acuerdo que, cuanto antes, comience a desmontar la estructura existente e inicie un nuevo camino, una nueva forma, nuevas personas y maneras.
El nuevo año debe comenzar con la formalización de un gobierno de Andalucía del que no forme parte el PSOE. Andalucía no puede aguantar ni parálisis ni bloqueo, sino que debe ponerse ya mismo a correr con pasos de gigante, a aprovechar el tiempo perdido.
Sí, es verdad que yo tampoco creí que esto pudiera ocurrir de verdad. Pero como no se trata de lo que yo o usted pensara, sino de lo que entre todos los andaluces hemos decidido de manera absolutamente libre y democrática (digan lo que digan algunos a los que el resultado parece no haberle gustado), Juanma Moreno debe ser el presidente de Andalucía antes de que celebremos el 28-F.
Un 28-F que debe marcar un antes y un después. Y ni PP ni Ciudadanos se pueden permitir que no se note el cambio ni cumplir, al menos en parte, las expectativas que los andaluces han puesto en ellos como articuladores de una manera nueva, y mejor, de gobernar nuestra tierra.
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