Educar para el futuro

El juego de las opiniones: lo denunciable

Comenzaré señalando que aunque somos libres para hacer o decir lo que nos venga en gana

Publicado: 16/11/2018 ·
09:47
· Actualizado: 16/11/2018 · 10:03
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Autor

Antonio Monclova

Antonio Monclova es biólogo, doctor en prehistoria y paleontología, master en arqueología y patrimonio

Educar para el futuro

Análisis, crítica y reflexión sobre las necesidades pedagógicas de la sociedad para difundir el conocimiento y la cultura

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Comenzaré señalando que aunque somos libres para hacer o decir lo que nos venga en gana, los demás también lo son para denunciarnos si sienten lesionado su honor o sus derechos. Conviene saber que cuando se denuncia algo en los medios y redes sociales las consecuencias pueden ser negativas para denunciado y denunciante, pero cuando se denuncia ante la justicia las consecuencias legales afectan a ambos pero solo son negativas para uno de ellos.

Es triste ver el cinismo e hipocresía que manifiestan algunos (políticos o no) que al sentirse ofendidos e insultados por las críticas que les hacen otros valiéndose del sarcasmo y la sátira (sea sketch, viñeta, poema o chiste), cuando acuden al juzgado para denunciarlos olvidan que ellos actúan de la forma semejante y siempre contra los mismos.

Es una doble vara de medir según la cual si lo que les puede ofender proviene de ellos mismos es calificado de crítica política, pero si proviene de sus oponentes se trata de una ofensa.

Por desgracia esta curiosa interpretación de la libertad de expresión ha terminado en los juzgados, donde unos políticos satisfacen sus intereses y soberbia implicando a la fiscalía para justificar la gravedad de sus denuncias, mientras que otros ocultan su cinismo escudados en las diferencias que existen entre poner una denuncia por lo penal o por lo civil.

Hace siglos que en las sociedades occidentales políticamente más avanzadas (las más democráticas) se vienen utilizando la sátira y el humor para hacer crítica política y social. Es evidente que existen límites éticos y morales hasta donde son lícitas estas manifestaciones, aunque estaremos de acuerdo en que intentar establecerlos a priori, mediante leyes, sería demasiado complejo y supondría un riesgo para la libertad de expresión.

Para hacer valer tales límites está la justicia, pero quienes se proclaman buenos ciudadanos no deberían ocuparla con asuntos nimios y carentes de interés para su comunidad.

Hoy más que nunca, debemos aprender a interpretar la diferencia entre lo que implica la libertad para elegir la forma de expresar unas opiniones y lo que realmente es insultar, ofender y vejar a los demás.

Además, en un acto de coherencia y honradez, debemos aplicarlo tanto a nuestras actuaciones como a las de los demás. Las nuevas generaciones deben saber que lo peor de las críticas no es que sean falsas o el daño que puedan causar, lo peor es que solo puedan hacerlas una parte de la sociedad, censurando y castigando al resto si se atreviese a hacerlas.

Para poner en peligro la libertad de expresión basta con votar a políticos que se sientan insultados cuando les critican sus actuaciones públicas por los mismos medios que ellos utilizan. Una vez más los que dicen que todo es cuestión de opiniones, solo valoran las suyas: Haz lo que digo pero no lo que hago.

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