El PP está este fin de semana decidiendo su rumbo y su nuevo presidente o presidenta. Si es presidenta, será la primera de un partido con posibilidad de gobernar en España. Pero, tras los últimos movimientos internos y la comida de ex ministros con Casado, que Rajoy ha sido incapaz de frenar, todo parece apuntar que éste último será el ganador. Hasta la propia Soraya ha afirmado ya que si eso sucede habría en el partido una doble legitimidad. La de ella, como ganadora de las primarias con el voto directo de los afiliados y la de Casado -si sucede- como el votado por los compromisarios. El trasfondo se antoja morboso dado que Soraya es la favorita del neutral Rajoy y Casado el del no invitado Aznar, que lleva tiempo tratando de dinamitar el partido del que ha sido presidente catorce años, como él recuerda con inquina.
En Cataluña tiene lugar un encuentro o una asamblea los herederos de Convergencia, que han cambiado ya setenta veces de denominación, que se enfrentan a un doble reto. El primero es interno, cómo solucionar su convivencia con el movimiento que pretende lanzar Puigdemont - la Crida (llamamiento) Nacional per la República. Es un reto que lanza a su partido, Junts per Catalunya, al que amenaza con borrarse el mismo lunes si no se siguen sus consignas rupturistas. El otro es el enfrentamiento, ya sin disimulo alguno, entre los ex convergentes y Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), es decir entre los partidos del presidente de la Generalitat y el del Parlament. Así que como el desencuentro era total han optado por cerrar el parlamento para que se note menos. Las instituciones al servicio de los intereses partidarios, como patrimonio de los independentistas.
El fondo del hartazgo de ERC estriba en la negativa de Puigdemont a ser despojado, ni siquiera provisionalmente, de su condición de diputado. Menos, tras la resolución del tribunal alemán que lo exculpa de rebelión, por lo que en España sólo podría ser juzgado por malversación. El juez Llarena se niega absolutamente a ello y ha retirado la euroorden contra todos los políticos catalanes que escaparon de la justicia. La decisión es controvertida desde el punto de vista jurídico, aunque esté jaleada por el orgullo nacional. Los políticos encarcelados no perdonan a Puigdemont que están en prisión provisional por su fuga. La lucha interna continuará.
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