La Feria de El Puerto busca ser protagonista de su propia fiesta, de esa idiosincrasia que ha ido perdiendo a lo largo de los últimos años. Una Feria menos portuense, menos populosa, menos comercial es la que se ha encontrado con tantos vaivenes.
La Feria de El Puerto busca ser protagonista. Más incómoda, menos atractiva y, sobre todo, menos de todo. Si comenzamos con un pregón que no es portuense, un pregón que no invita precisamente a ser lo de lo que debe ser el anticipo, un momento de turismo, una tarjeta de visita para a todos aquellos visitantes. El poder ser embajador de una fiesta que languidece, lacrimógena y sobre todo no entiende hacia dónde va, una Feria que cada vez entiende más tiempo libre, de más metros que cubrir y sobre todo más vacío y menos motivación para llegar hasta a ella.
La Feria necesita pararse, reencontrarse y ver qué es lo que quiere ser de mayor.
La Feria no puede tener ni pregones de medio pelo y mucho menos de designaciones de hermanos y primos. El Puerto, la Feria, debe mirar hacia adelante, hacia el futuro, cotas mayores.
Quedarse en ese reduccionismo instalado en los últimos años es ver a que a la Feria de El Puerto le sobran días y a ésta no le deben seguir sobrando jornadas ni metros cuadrados, le siguen faltando casetas, personas, pregoneros e ideas.
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