La realidad es clara y contundente: el Ayuntamiento portuense está en manos de la oposición, no de los que están en el poder. Es decir, depende más de los partidos de la bancada opositora el sacar temas para delante, que del propio equipo de Gobierno.
Si a esto sumamos la falta de propuestas que de éste llegan, nos encontramos con un Ayuntamiento al que le falta aire para poder seguir sobreviviendo.
Perdurar en el tiempo es lo que a tenor de estos dos años de legislatura parece ser el objetivo primordial, aguantar en minoría un Gobierno que deberá tirar de manual de supervivencia si quiere llegar con vigor a 2019.
Nos tememos que el desgaste en este ecuador ha sido brutal y los dos años que restan aún no van a ser ni mucho menos un jardín de rosas.
El segundo año de mandato ha sido la constatación de que los prometidos cambios siguen siendo el justificante para aguardar tiempos mejores, los que deberán según estos llegar.
Pasa el tiempo y la mejoría se disfraza a modo de eslóganes y proclamas vacías, en palabras diáfanas que envuelven una realidad bien diferente a lo ofrecido.
El primer año se entendió como el aterrizaje a una Alcaldía novedosa, el segundo no se ha respondido y en esta mitad aún queda por aprobar un Presupuesto que se indigesta y que se pone en manos, precisamente, del que fue expulsado y es más opositor que nunca.
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