El desahucio es un drama y un problema que necesita de más implicación y de un mayor recorrido administrativo del que en la actualidad soporta. Demasiados actores intervienen como para simplificar una cuestión que debe analizarse y debatirse en profundidad y con una mayor sensatez.
La falta de vivienda es un mal que se viene alargando y que no termina de encontrar una salida satisfactoria para todos.
La ocupación, a pesar de ser un delito recogido por el código penal, infringe en su generalización en un problema y unas consecuencias colaterales que no debiera ser el recurso fácil a utilizar. Y es el propio Ayuntamiento el que acoge y subvenciona, con unos 40.000 euros, una plataforma que pide a la ciudadanía identificar las viviendas vacías.
El peligro de ello es cambiar de bando el problema, no solucionarlo. Si de verdad quieren arreglarlo deberán antes dar una salida satisfactoria a las personas que aún no han sido trasladadas a la Ermita de Santa Clara y que siguen esperando la bendición de Junta de Andalucía para al fin tener una vivienda digna.
Como dignidad es lo que piden los vecinos de la calle Cruces, los que religiosamente pagaron su vivienda legalmente y conviven con mafias que alquilan, venden y trafican con el ladrillo ajeno. Ahí es donde hay que erradicar el mal, censar y eliminar la infravivienda y el negocio. Qué hacer con la ocupación es un problema que atañe no solos a la administración.
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