Tras años de negociaciones, la afición de la Plaza Real está hoy de enhorabuena. Y es que el equipo de Gobierno de Germán Beardo ha conseguido recuperar las cabezas de toros de dos míticas corridas de El Puerto que han sido emblema en el cañón de entrada de la Puerta Grande y en la de Sol y que ahora se rehabilitan para regresar a su sitio, un lugar que nunca debieron perder. No sólo por su valor económico sino también porque siempre fue el deseo expreso de Don José Luis Osborne Domecq, ganadero propietario de las doce cabezas y portuense.
Se trata de las seis cabezas de toros color blanco ensabanaos correspondientes a la corrida celebrada el 21 de agosto de 1982, lidiados por las figuras del toreo Manolo Vázquez, José Luis Galloso y Paco Ojeda, y las seis cabezas de toros color coloraos lidiados el 11 de agosto de 1991 por José Miguel Arroyo `Joselito´, Miguel Báez `Litri´, y Juan Serrano `Finito de Córdoba´.
Dos corridas que entraron en los anales de la historia de la tauromaquia por lidiar seis toros ensabanados y seis toros colorados en la misma corrida procedentes de una misma ganadería, dos hitos genéticos que muy difícilmente se puedan repetir. Especialmente la de los toros ensabanados de Osborne lidiada de noche hace más de cuarenta años que tuvo una repercusión mundial, pues aparte de la rareza de las capas de los toros, fue en esa corrida donde se encumbró como máxima figura del toreo a Paco Ojeda, al cortarle dos orejas y el rabo a uno de los ensabanados. Además de completar el cartel el maestro Manolo Vázquez en su reaparición antes de su retirada definitiva de los ruegos y la figura portuense y maestro José Luis Galloso.
El concejal de Plaza de Toros, Carmelo Navarro, las ha recepcionado esta semana de manos de sus herederos, representados por Doña Ana Margarita Osborne García de Velasco; tras haber llegado el Ayuntamiento con la familia a un acuerdo de compra con el compromiso de conservarlas y devolverlas a su ubicación para realce de nuestra Plaza Real.
Y es que tal y como recoge el informe del veterinario Antonio Ruiz López, “el verdadero valor de las cabezas reside en lo que ambas corridas supusieron para la historia de Plaza Real, en su valor patrimonial y museístico y en su valor sentimental para los portuenses y para todos los aficionados a la tauromaquia que podrán volver a disfrutarlas en la Plaza de Toros de la que nunca debieron salir”.
Las cabezas serán ahora tratadas por el taxidermista para que esta primavera y la Temporada de Verano vuelvan a dar la bienvenida desde el centenario coso taurino de 1880.
Carmelo Navarro reseña que no podemos olvidar que las doce cabezas proceden de la misma ganadería, marca de El Puerto, de las pocas que han existido en la localidad. Reses de un creador portuense que pastaban en la Dehesa Bolaños y que procedía de una mezcla de sangres mítica, Veragua, Mora Figueroa y Conde de la Corte, que ligadas han sido la madre de la gran mayoría de las ganaderías bravas de España. Por la procedencia de Veragua, la ganadería de José Luis Osborne tenía en su época una gran variedad de capas difícil de obtener en otras ganaderías, de ahí que se diera la excepción genética en aquellos años, de tener en la misma camada seis toros de una misma capa y con la conformación morfológica igualada para ser lidiados en una plaza de solera como la de El Puerto.
Fue en 1996 cuando el ganadero José Luis Osborne Domecq suscribió un contrato con el ayuntamiento para exhibir las cabezas de los toros de Osborne de las famosas corridas de ensabanados y colorados. Tras años de ausencia, ahora los coloraos “Juicioso, Velador, Testarudo, Aldeano, Trapajoso y Explorador” y los ensabanaos “Trapecista, Vivillo, Locare, Chulón, Serpentino y Diabólico”, de divisa verde y blanca, y característico pelaje regresan a su Plaza.
Carmelo Navarro, por último, quiere agradecer al teniente de alcalde Millán Alegre el esfuerzo realizado desde que él fuera concejal de Plaza Real para devolver las cabezas a la Plaza, el trabajo realizado por los técnicos de la Concejalía para lograrlo y, por supuesto, a la familia por su predisposición para llegar a un acuerdo.