Cuando se vaya a la cama serán diez las personas. A la semana serán 70, al mes serán más de 200 y al año, unas 4.000. Cifras y personas. Números, historias, dramas y suicidios. Sí, les hablo de lo que se esconde, se tapa y se camufla por parte de una prensa que no tiene el más mínimo complejo de genuflexionarse ante el poder, ante los empresarios, a la banca y politiqueros de medio pelo, pero que, inexplicamente, se niega a publicar sobre un mal que nos acompaña y nos avergüenza como persona.
No se publica, no se informa y no se habla. Y los números, los fallecidos, suben y suben. No es ni faltar al respeto -ni a la dignidad- al finado o a su familia en su dolor inmenso, ni deshumanizar. Les hablo de la desesperación, incomprensión y de una aflicción del que no supo hallar la ayuda a un desajuste emocional tan profundo que no encontró otra salida posible.
Es poner un foco ante un grave problema que tenemos como sociedad. Éste nunca se soluciona con silencio, solo afrontándolo con información, prevención y actuación. Una pandemia silenciosa que además se silencia, en una tragedia que convive entre nosotros más cerca de lo que creemos y pensamos.
Porque mirar hacia otro lado o no querer ver el trasfondo del problema, hasta ahora, y discúlpenme, no está sirviendo de mucho. De nada, solo de un efecto avestruz del que nadie consigue explicar ni aceptar por qué sucede, y preferimos darle la espalda.
Normalizar ese mutismo argumenta no servir de efecto llamada o imitación. ¿Acaso denunciar un delito lo agrava? Visibilizar, hacerlo real y cercano tiene que ser nuestro reto; servir de estadística, por muy canalla que sea, nos debe valer para continuar con el fracaso. Otro dato más. El suicidio es la primera causa de muerte no natural en España. En nuestro país, hay más suicidios que muertes en las carreteras. Solo en 2020, 3.941 personas se quitaron la vida, según datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística.
Abrir el debate sobre las conductas suicidas siguen chocando con un tabú que se encarga él solo de hacernos plantear si estamos o no en el camino correcto. La salud mental necesita de un plan serio y preventivo, sin paños calientes. El respeto -siempre-, la comprensión y la prevención nos dará un mejor futuro para cambiar unos datos que nos apenan.
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