El pobrecito hablador

Jamás seré español

Es que se llama Abderraman, y eso es de poco español. Suena a muchacho llegado en una patera de la época

Entiendo que gobernar desde la ignorancia, sin haber abierto un libro, es muy complicado. Porque leer no es sólo fijarse en las ilustraciones y seguir con el dedo la linea del texto. Implica comprender lo que se lee, sacar la substancia y retener algo de lo leído. Tarea hercúlea para algunos de los recién llegados a los asientos municipales, autonómicos y estatales.

Hace unos días, uno de esos recién llegados concejales de Vox decidió preguntarse qué demonios hacía el busto de un moro en su pueblo, que su presencia dividía a la población y que su retirada calmaría un ambiente casi pre-bélico. O al menos esas fueron las razones a las que aludió el ya célebre concejal de Cadrete.

Yo, qué quieren que les diga, creo que la razón es otra. Da igual que Abderraman III tuviera más sangre hispánica que la mayoría de los reyes godos, que su padre fuera cordobés y su abuela vasca. Da igual que fuera blanquito y casi pelirrojo. O que construyera Medina Azahara. Es que se llama Abderraman, y eso es de poco español. Suena a muchacho llegado en una patera de la época, atraído por el efecto llamada de algún antecesor de Pedro Sánchez, que vino buscando las subvenciones del Califato, violar a nuestras mujeres y quitarle el trabajo a los castellanos de bien.  Se cogen al clavo ardiendo de que fue sanguinario y belicoso, como si Felipe II, Ramiro I o Alfonso IV fueran conquistando feudos a golpe de beso en los morros.

Aquí, para ser español, pero español de verdad, hay que seguir los criterios impuestos por el partido verde pasto. Nada de oscuros de piel, ni ojos rajados. Hay que ser blanquito, de pelo y ojos castaños, lo que viene siendo una raza aria pero cañí. Te tienen que gustar los toros, tener todos los discos de Bertín Osborne y las cintas de Arévalo. Y sobre todo, nada de llamarte Abderramán. Lo de apellidarse Smith es una excepción a la regla.

Es evidente, por tanto, que siendo andaluz, lo tengo clarinete para pasar el corte. Y, para colmo, uso los libros para algo más que para calzar mesas; soy republicano, no me gusta la tortura de los animales, los chistes de gangosos o el temazo “Yo debí enamorarme de tu madre”.

No doy el perfil para ser español de rancio abolengo. Y, la verdad, ni ganas.

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