El pobrecito hablador

La utilidad de lo inútil

No puedo olvidarme de los alardes de machito alfa de Hernando

Desde que Iglesias anunció la tan cacareada moción de censura, no han faltado a la cita ninguna de las voces críticas de costumbre, tanto desde las filas populares-cuñadistas como desde la prensa del régimen.

Uno de los principales argumentos que se han repetido más que el Despacito una noche de sábado es el consabido de la ineficacia de tal moción: que si es una opereta, un número circense, o tan inútil como la primera rebanada de un pan de molde. Yo, sinceramente, no creo que haya sido así, pues ha puesto de manifiesto una serie de cuestiones, hasta ahora inéditas.

La primera de ellas es que tenemos unos parlamentarios con un nivel de educación más cercano al de un concursante de Supervivientes que al de un cargo electo; ministros leyendo poesía, diputados pendientes de sus móviles... Tan sólo ha faltado que alguno se pusiera los cascos, sacara una bolsa de pipas y se deleitara oyendo como retransmitían la moción de censura por la Cope.

Por otro lado, hemos aprendido que hacen falta casi dos minutos para enumerar, uno tras otro y a buen ritmo, todos los casos aislados que salpican el suelo patrio, esa pequeña lista de la compra corrupta. Y hubiera dado igual que Irene Montero o Pablo Iglesias se hubieran declarado culpables de la muerte de la madre de Bambi; nuestro Mariano ya llevaba el discurso preparado de casa, en un acto de clarividencia digno de un especial de Cuarto Milenio. Él iba a lo suyo, a sus venezuelas, a soltar sus chascarrillos hilarantes o esas perífrasis verbales imposibles de reproducir. Cuanto mejor, peor para el alcalde que quiere la cerámica de Talavera.

No puedo olvidarme de los alardes de machito alfa de Hernando ni de los gestos de aburrimiento de gran parte de la bancada azul. Bien hizo Errejón en recordarles lo aburrido que es el día a día en un patio carcelario. Por si las moscas.

En resumidas cuentas, reconozcamos la utilidad de lo inútil. Tenemos unos partidos de la oposición que no hacen absolutamente nada y ahí están, calentando el escaño. O un presidente del gobierno empeñado en hacer lo mismo que una lata vacía arrojada al mar. Nada. Así nos va.

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