Podrá gustar más o menos, pero no se puede negar que la franquicia de Jurassic Park es un clásico del cine de ciencia ficción, y que nos ha proporcionado un buen montón de horas de diversión.
La serie de películas arranca con la visión de un archimillonario que tiene la feliz idea de resucitar a los dinosaurios, pensando que el dinero puede ponerle barreras a la naturaleza y que un T-Rex seguirá a rajatabla un horario establecido, como un camarero en un chiringuito de la costa. Como contrapunto, un matemático, no podía ser de otra manera, advierte de los peligros de intentar controlar un sistema caótico. Como siempre, tenía razón.
De todos es conocido ese grupo que se dedica a desalojar a okupas de una manera, digamos, poco ética, actuando paralelamente a las fuerzas del orden. Esta organización está conformada por personas con una clara ideología, que lo dejan bien a las claras en sus declaraciones, su forma de vestir, sus tatuajes y su lenguaje. Nada nuevo bajo el sol.
Durante un tiempo, los medios de comunicación les brindaron espacio en sus programas y entre sus páginas, porque se puso muy de moda aquello de que no podías bajar a comprar el pan sin que corrieras el peligro de encontrarte con el piso ocupado a la vuelta. Una falacia que se cae por su propio peso. La ley deja muy claro que eso es allanamiento y que, con una simple llamada a la policía, queda resuelto, incluso en el caso de una segunda vivienda. Pero, ¿qué sería de los seguros sin el miedo a la falsa ocupación?
Ahora, el T-Rex se ha revuelto contra su creador y muerde la mano que le ha estado acariciando el lomo y riéndole las gracias. Cuando apuntan al periodista, algo deleznable y que debería ser penado con todo el peso del Código Penal, es el momento en que empiezan a darse cuenta de que el experimento se les ha ido de las manos, que jugar a ser demiurgo sin tener control del gólem puede resultar peligroso. Todos se han vuelto en contra de su creación desde el instante en que quienes estaban al otro lado del punto de mira eran ellos. Quizás sea el momento de que la prensa de este país empiece a mirar hacia dónde apunta el dedo de la ocupación y dejar de mirar la uña mugrosa del desocupador profesionalizado.
El matonismo, como la Naturaleza, siempre se abre paso.
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