El ojo de la aguja

Éxodo

No se puede mirar de soslayo al viejo continente cuando su problema de existencia se arrastra y busca salidas sin encontrarlas, tan solo los infinitos del mar

Publicado: 02/10/2018 ·
20:42
· Actualizado: 02/10/2018 · 20:42
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Autor

Juan Bautista Mojarro

Mojarro es un veterano articulista onubense, escritor y poeta. Ha trabajado y colaborado con casi todos los diarios onubenses

El ojo de la aguja

Un viaje por el pasado de Huelva, sus barrios, sus personajes ilustres y anécdotas, además de sus reflexiones sobre el devenir de la sociedad

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La hambruna, muertes, enfermedades, falta de agua y alimentos, tremendas imágenes que nos llegan televisivas de grandes profesionales que, de alguna manera, con actitud pasional y humana, se mueven entre confrontaciones, guerras por poderes y territorios, jugándose cotidianamente la vida para meternos por los ojos la cruda y patente realidad de lo que realmente sucede en el viejo continente africano.

Nigeria, Afganistán, Libia, Somalia, Senegal, Gambia, Chana, Namibia, Zambia, Uganda, Mali, etc., por citar a algunos más relevantes, carecen de lo más elemental, lugares en los que juegan un papel importante las ONG, como Médicos sin Fronteras, Cruz Roja o Manos Unidas, que intentan mitigar el fallecimiento de pequeños de cortas edades, que fallecen con los ojos abiertos como soles y los vientres hinchados  por la hambruna o la falta de agua.

¿Cuántos años viviendo el mundo esta cruda realidad ante la falta de conciencia y de humanidad del planeta tierra, que no sabe dónde va?

Venta de armas a los dirigentes de estos pueblos por países considerados civilizados, como el nuestro, cuando todos sabemos que al hambre no se puede ‘matar’. Guerras y cadenas de éxodos, como está ocurriendo en el pueblo Sirio, que dicho sea de paso, se halla en luchas y algaradas desde toda la vida, mucho antes de que fuese conquistada por Alejando Magno. Éxodo del pueblo sirio en cadenas, haciendo caminos por ese hambre que  hemos aludido más arriba para un extender la mano de sed y de justicia.

No es justo que el mayor continente del hemisferio se encuentre abandonado de las manos de Dios. Si pretendemos acabar con la emigración se tienen que estudiar medidas coherentes y rápidas entre los mandatarios del mundo, los que viven en la opulencia y los placeres. Y llegar hasta estos pueblos, trabajar codo con codo, asistir a sus habitantes en todas sus necesidades, construir escuelas y hospitales, formarlos y enseñarlos a preparar con los adelantos las tierras para sus cultivos y explorar manantiales, ríos y conseguir fuentes de agua.

No se puede mirar de soslayo al viejo continente cuando su problema de existencia se arrastra y busca salidas sin encontrarlas, tan solo los infinitos del mar, la tumba para una mayoría como único y definitivo remedio. Las grandes potencias mundiales -Estados Unidos, Rusia, Europa, Gran Bretaña (eminentemente colonizadora)- tienen que abrir los ojos y darse cuenta de que es allí, en estas tierra africanas, donde se tiene que solucionar la migración si no queremos que África le de el vuelco al mapa y nos invada sin la daga y la chilaba, sino con el arma más poderosa del mundo, la hambruna.

Qué se puede esperar del presidente de los Estados Unidos, Trump,  que en su pulso comercial con China ha suprimido los visados al pueblo chino en más de un treinta por ciento, como hace ya más de diez décadas, como también lo hace con México, etc.

Un rayo de luz brota en Siria en el doloroso éxodo, los niños están volviendo en Siria a las escuelas.  Si el ser humano no le pone remedio a los males de este mundo, que me digan: ¿qué milagro o varita mágica lo va a conseguir? Una ensoñación.

 

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