El ojo de la aguja

¿Un mundo vacío?

El próximo día veintiocho de marzo se cumplen veinticuatro años  de la muerte del creador del teatro de lo absurdo, Eugène Ionesco

Publicado: 26/03/2018 ·
19:29
· Actualizado: 26/03/2018 · 19:29
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Autor

Juan Bautista Mojarro

Mojarro es un veterano articulista onubense, escritor y poeta. Ha trabajado y colaborado con casi todos los diarios onubenses

El ojo de la aguja

Un viaje por el pasado de Huelva, sus barrios, sus personajes ilustres y anécdotas, además de sus reflexiones sobre el devenir de la sociedad

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El próximo día veintiocho de marzo se cumplen veinticuatro años  de la muerte del creador del teatro de lo absurdo, Eugène Ionesco. Ionesco vivió los últimos años de su vida azotado por una tremenda artrosis paralela a su avanzada edad, pasando la mayoría de los días postrado en un sillón, y en sus contados movimientos, apoyado en una garrota, y también con la ayuda de su esposa Rodica, doliente y anciana como él, y de su hija Marie France. Ambas ayudaron a poder sobrellevar la dolorosa vejez física y psíquica de Ionesco, que en palabras suyas “el dolor del vacío intelectual le era más terrible que el dolor existencial”.

Ionesco aseguraba que el mundo se hallaba vacío y que estas circunstancias hacían  mella en su intelecto, por eso subrayaba que “con la visita de un amigo hallaba cierto consuelo en su palabra porque ese vacío se alejaba”. Uno reflexiona y piensa en el mundo que nos toca vivir en la actualidad, superpoblado, bastante distinto al vivido por Ionesco en sus últimos días, multiplicado por tantos avances. ¿Cómo se puede entender ese vacío doloroso de Eugène, este grande de las letras? Tal vez Ionesco se refería a que la celeridad de tantos conocimientos de todo ámbito había ganado con creces al aspecto interior o vivencial del hombre como humano, propiciado por el dolor en parte.

Ionesco, que se confesaba agnóstico, a veces repetía esta frase: “Dios mío, haz que crea en ti”. Y cuando despertaba al siguiente día solía darle las gracias a Dios diciendo: “Te doy las gracias no porque he conocido un día nuevo,  sino porque es un día menos de vida que me queda”. Obsesionado tal vez continuaba en sus trece: “Todo está preparado para ir hacia el fin, se nace, se crece, se muere. Toda la naturaleza vive y se precipita hacia la muerte”. Y continúa: “Se muere para nacer. Sí, es verdad, la muerte sería el paso a la vida. El Paraíso, (palabra no inventada). Debe ser eso. El lugar donde todo es. Agonía. ¿Parto con distinto dolor de nacimiento?”

Un mundo vacío, desarbolado, este que ahora nos toca, ¿por qué el empecinamiento de la frase de que todo tiempo pasado fue mejor? Cuando hoy se está consiguiendo de todo. El ser humano, como humano, ya desde sus mismas raíces, observa, intuye, razona y se somete a las pseudoverdades que nos rigen, como si fuésemos títeres, o en el peor de los casos,  anestesiados por una memez desprendida de las ramificaciones de un miedo que se globaliza para el bien de unos cuantos, mientras que la visionaria presencia del Apocalipsis aumenta cuando la mentira se hace grande, ingente,  y puede con la balanza.

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