El ojo de la aguja

Día Internacional de la Paz

Aquí en España nos vemos presionados especialmente por EEUU para un mayor orden armamentístico

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Vivimos unos momentos claves, yo diría. Se habla y se escribe mucho sobre la paz en el hemisferio. Mañana, día 30 de este mes, se celebra el Día Internacional para la Paz y lo primero que se me presenta por delante es la figura del poeta de Tharsis Ramón Llanes Domínguez, galardonado en nuestra ciudad por sus trabajos y perseverancia por la paz en poesía y en todos los terrenos.

Y todo viene a cuento, miren ustedes, por el insoslayable contraste con la realidad. Se habla mucho de la paz y surge la paradoja. Los conatos de guerras y brotes de las mismas se extienden por el hemisferio  como el fuego en su mayor expresión. Se trata de lograr la paz con la palabra, porque una cosa es hablar y otra es lo que no se hace. Aquí en España nos vemos presionados especialmente por EEUU para un mayor orden armamentístico, de tal manera que se comenta el aumento de presupuestos para estos fines, y es que estimamos axiomático que cuanto más se hable por la paz como evento rozando lo festivo, en mayor grado brotan las crispaciones y las confrontaciones sociales y territoriales.

Lo que suele ser cierto es que los poderosos -Trump, Kin Jong-un, Putin- se amenazan verbalmente con todo tipo de necedades y se ‘pegan’ siempre en territorios lejanos a sus lares, llámese Afganistán , Siria, Irak, Palestina, Líbano, etc. Nunca en sus feudos o cuadrilateros, como si de un combate de boxeo se tratara con el gong inclusive. O sea, para unas cosas vivimos en un mundo globalizado, cargados de engaños; para otras, nada de nada.

Y mientras, el esplendor del miedo, la aceptación o la indiferencia (encogimiento de hombros, sigue pendiente de ese pseudojuego de los ‘grandes’ mandatarios, acariciando los botones como si se tratara de juegos de niños chicos, sin saber, de un lado, quién de algunos sorprenderá  a quién, o por el contrario quién de ellos, en un estado de locura, mete la pata, vayan ustedes a saber. Es indudable que uno de los caminos más ancestrales para conseguir la paz, y que resultaría la mayor conquista del hombre en la tierra, sería la de que el ‘hombre humanista’ llegase a entrar dentro de lo intrínseco del otro ‘hombre’, así como también con el todo en totalidades de lo viviente que nos rodea, hasta incluso con la piedra con la que tropezamos, porque también la piedra tiene su función en la tierra.

 

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