El ojo de la aguja

¿Epidemia de corazones?

Al corazón de hoy, expuesto a todo lo que venga, que no suele ser poco, se le presenta en puertas una “epidemia”

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Nunca he sido partidario de las estadísticas ni tampoco de las premoniciones, porque entiendo que detrás de las mismas siempre existen atisbos de pitonisos, adagios, agoreros, aunque a todo ello, sin lugar a dudas, se impongan los exhaustivos estudios médicos y toda esa cadena que le preceden con hechos fehacientes.

Y a ello me remito. Hace más de tres lustros en un congreso de científicos españoles llegaron a la conclusión de que pasadas unas décadas “soportaríamos una epidemia de corazones”. La verdad sea dicha, esto de la epidemia nunca me pasó por la cabeza que podría encajar en el corazón, hasta que, miren por donde, sufrí esta contrariedad en la salud al tener que pasar por quirófano y ser operado a corazón abierto.

Siempre hemos oído dolor de corazón en el terreno sentimental, sobresalto del corazón, corazón engañado, sufrido corazón y un largo etcétera. ¡Ay!, si levantaran la cabeza los Luis Mejías o los Tenorios.

Ya se ha llegado a la creencia de que nuestra forma de vida, la de Occidente, no es la más adecuada; el estrés, tabaquismo, el alcohol y otros añadidos, paro, marginación, zozobras, sinvivires, agarrarse al instante como si fuese lo último que nos va a suceder, agobios e inseguridades, tropelías y desengaños, medio ambiente, contaminación, alimentación insana y no saludable  nos llevan a la confirmación de que aquellos estudios realizados en su día por los científicos españoles se encaminan a la certeza.

La referida epidemia afectará en su mayor grado a los países más desarrollados de Europa, Estados Unidos, China, Corea y como ejemplo de los norteamericanos, en Boston se fabrican los estén o muelles de corazón,  y desde allí se importan a todo el mundo.

El estatus de vida romanizada nos traiciona. Ya, el que fuera director de la Academia Norteamericana de la Lengua Española en América, Odón Betanzos, nos adelantó en su día que Occidente estaba cavando su propia tumba, y lo que son las cosas, ahora se cumplen años de su fallecimiento de una dolencia de corazón. El académico, con el que mantuve una comunicación epistolar de catorce años, se refería en aquel entonces al diseño global de vida y actuación de los nuevos modos de Occidente desde todos sus apartados.

Lo dicho, al corazón de hoy, expuesto a todo lo que venga, que no suele ser poco, se le presenta en puertas una “epidemia”, y uno a pesar de las experiencias en este sentido se amarra a aquello de la canción: ¿Dónde estás corazón? Y muy a pesar de que en mi calle, aquí en Huelva, ya hemos pasado por la ITV, cuatro personas, dos de ellas en mi mismo bloque.

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