En La Isla prima el color azul y sin embargo los locos estamos empezando a odiarlo. Entre el emérito de sangre azul, que nos la está poniendo negra, y las malditas zonas azules de los coches nos tienen amargados. Del emérito no voy a hablar, porque en el manicomio ya hablan suficientemente, no sin antes pegarle doscientos cortes de manga y mandarlo a donde el olor es insoportable. Pero de las zonas azules sí voy a decir cuatro cositas.
Estoy por asegurar que, si en las próximas elecciones alguien prometiera eliminar todas las zonas azules en La Isla, se llevaría una mayoría aplastante de votos. Vemos todos los días desde la tapia a gente que aparca su coche y que tiene que ir a un aparato a echar monedas y a sacar un papelito. Más tarde vuelven, echan más monedas y sacan otro papelito. Y, si no ponen el papelito, pasa un señor con una maquinita colgada al pecho y le empieza a dar rodeos al coche a ver si tiene dentro el papelito de marras. Si no lo tiene, le saca fotos y escribe no sé qué en otro papel y se lo pone en el limpiaparabrisas. Se ve que es para castigarlo con alguna multa.
Pero esto, ¿qué es? El personal paga su coche a precio de oro, paga el impuesto de circulación, paga la gasolina que está por las nubes, paga las abusivas multas por lo más mínimo, paga los talleres, paga la madre que parió al demonio. Y encima paga por aparcar donde puede, porque en algún sitio tiene que dejar el coche, pero, si no pone el papelito, le echan una multa. Dicen que es para que los coches no se queden quietos. Están locos. Es lo que hay que hacer precisamente ahora, quedarse quietecitos. Los locos consideramos que lo de la zona azul es una sangría y un robo descarado por el que el Ayuntamiento coge buenos ingresos, la empresa también, y el desgraciado currito es el pagano de turno.
Para colmo, ya hemos visto que han instalado unos aparatitos nuevos de modo que tienes que meter la matrícula y los datos del coche, para que, si te vas del sitio que has pagado, no pueda entrar otro a ocuparlo, con lo que venden el mismo sitio dos veces. Genial. Si yo pago por un sitio 2 horas y me voy antes, mis 2 horas las he pagado yo y puedo hacer con ellas lo que me dé la gana, incluso darle el ticket a un amigo que llega para que complete mis dos horas en el sitio pagado ya por mí. Pues no. Llega la empresa de las multas y vende por segunda vez a otro mi sitio pagado por mí.
Lo que hacía José María el Tempranillo en la sierra con el trabuco es una pamplina comparado con esta forma de robar al indefenso ciudadano. Para colmo, ya se sabe que ahora es obligado dejar de trabajar a partir de las 6 de la tarde. A esa hora todo tiene que quedar paralizado con dolor de corazón por culpa de la pandemia, menos las multas en las zonas azules que siguen como si nada pasara. ¿Es normal? ¿Tan esencial es ese trabajo que sin él no podríamos vivir? ¿No es más bien una nueva puñalada a los esqueléticos bolsillos de los paisanos que ya tienen la soga al cuello? El abuso es de tal envergadura, que hasta los más tontos lo comprenden, menos los que lo tienen que comprender, que además están sueltos.
¿No es para odiar el color azul?