El Loco de la salina

Pilato ¿un ejemplo?

De paso, tampoco estaría mal limpiarle la carita al móvil de vez en cuando, que es donde pasan nuestros deditos la mayor parte del tiempo.

Publicado: 22/03/2020 ·
23:49
· Actualizado: 22/03/2020 · 23:49
Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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Se veía venir. Al loco de mi vecino ya le dicen Pilato. Se lo ha ganado a pulso, porque, todavía no se ha secado las manos en el baño, cuando va y se las vuelve a lavar otra vez. Entre lavado y lavado se pasa el día viendo la tele, que continuamente le aconseja que se lave las manos para evitar infecciones. Por eso dice Pilato que lavarse bien el espacio que va de las muñecas a los dátiles es el mejor método para seguir vivo en este valle de lágrimas y coronas fúnebres. Además, asegura que no se piensa morir con las manos sucias, que eso está muy feo.

Siempre se ha dicho que lo de lavarse las manos era cosa exclusiva de Pilato (el romano) y que significaba desentenderse de un marrón y mirar para otro lado, porque así lo hizo aquel procurador cuando se vio comprometido en medio de la movida. He leído lo que dice Mateo en el evangelio: "Entonces Pilato, viendo que nada adelantaba, sino que más bien se promovía tumulto, tomó agua y se lavó las manos delante de la gente diciendo: 'Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis'".

Pilato no fue ningún ejemplo de valentía, pero de lo que se trata aquí no es de hablar ni de semana santa, ni de figuras literarias, sino del hecho concreto y real de poner las manos debajo de un grifo y frotarlas con jabón. Eso, que parece la tontería más grande del mundo para los que tenemos un grifo cerca, fue un gran descubrimiento de no hace muchos años.

Año 1847. Las malas lenguas de entonces dijeron que el médico Ignaz Philipp Semmelweis, húngaro de origen alemán (si les dijera que era de Paterna, no me iban a creer), estaba loco, como el que suscribe. Y es que este propuso a sus colegas lavarse las manos antes de atender a las parturientas, porque las cifras de muertes por infección de mujeres que daban a luz eran aterradoras. Muchos colegas se lo tomaron a cachondeo y dijeron de él que estaba mal del coco y que era un charlatán. Todo porque Ignaz los acusó de ser responsables de las muertes de sus pacientes por no lavarse las manitas. A partir de que algunos médicos le hicieron caso, las muertes comenzaron a disminuir, pero otros siguieron atacándolo sin piedad. Ignaz terminó dándose a la bebida y cogió una profunda depresión. Internado en un hospital psiquiátrico, murió a los 47 años. Hoy se le conoce como “el salvador de las madres”. ¿Queda clara la historia? Pues bien, no hay que ser ni como Pilato (el loco), ni como Pilato (el romano), porque ya eso es pasarse, pero hay que lavarse las manos con jabón, sobre todo en cinco momentos clave: cuando va uno a Barbate, cuando se limpia el culito a un bebé, antes de darle de comer a un niño, antes y después de cocinar, y antes y después de comer. De paso, tampoco estaría mal limpiarle la carita al móvil de vez en cuando, que es donde pasan nuestros deditos la mayor parte del tiempo.

Por tanto, le aconsejo que vuelva pronto al supermercado y que cambie las toneladas de papel higiénico que tiene en su casa por unas cuantas toneladas de pastillas de jabón. Si lo para la policía, dígale que va de mi parte.

Y si usted no hace caso a lo que le estoy diciendo y luego lo vemos estirado en el sitio feo, yo me lavo las manos, siguiendo esta vez el ejemplo de Pilato (el romano).  

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