Estoy liado. Y muy preocupado. No cojo el sueño. Algunas veces me voy al patio y me pongo a darme chocones contra la pared, pero hoy parece que me he levantado más calmado, aunque estornudando, y me he dirigido del tirón al despacho del psiquiatra, porque estoy observando que voy a peor.
- Buenos días, doctor, aunque sea por la tarde. ¿Me da permiso o me cuelo por la misma cara?
- Buenos días. ¿Qué te trae por aquí? Pasa. Hoy está esto tranquilo.
- Pues que tengo un lío en el coco que para mí se queda. Y no es que esté loco, que lo estoy, sino que tengo aquí arriba en la olla una presión que no me deja vivir. ¿Cree que podré seguir viviendo y comiendo?
- Te veo bloqueado, pero tú tranquilo, que peor estoy yo y no me quejo. Échate en el sofá, pero no te vayas a quedar dormido, y cuéntame. A ver el día en que a mí también me ponen en un sofá.
- Yo suelo pensar poco y mal, pero de un tiempo a esta parte ha ideas se me amontonan y tengo más dudas que la defensa del Barça. No paro de llorar todo el santo día y sin embargo no he pelado ni una cebolla. Ese es mi problema. Tengo los ojos que son dos fuentes. Eso no es normal. ¿No cree? ¿Será porque tengo el cerebro dormido de tanta embestidura? Es verdad que llevo unos meses que los políticos no me dejan coger el sueño. Al final, ya hartito, lo dejé, pero me han dicho que la cosa ha quedado como para hartarse de llorar y no echar gota y que en el Congreso estaba todo el mundo embistiéndose unos a otros.
- Investidura, es investidura, de vestirse. Es verdad que Pedro ha tardado mucho en vestirse, pero mejor así que volver otra vez a las urnas.
- Más urna no, por favor. Tengo la mano dormida de tanto votar.
- Oye, volviendo a lo tuyo; al mismo tiempo que lloras, ¿sueltas moquillo?
- Ahora que lo dice, sí. Suelto un moquillo transparente y algunas veces incluso verde, asqueroso.
- Eso es la gripe. ¿Tú te has vacunado? Todo el mundo se está poniendo malo de la gripe y nadie escarmienta. Cualquier día voy a coger la jeringuilla y me voy a liar a vacunar a todo bicho viviente. Que no hay manera.
- ¿Pero es que hay que vacunarse? Los españoles están ya vacunados, aunque no escarmentemos. Aquí, por lo visto, todo se arregla con vacunarse. A mí que no me pinchen. ¿Quiere decir que si me hubiera vacunado contra la locura, hoy estaría fuera de este manicomio?
- Pues seguramente. Y al menos ¿por qué no te pones la mascarilla?
- ¿Quién? ¿Yo? ¿No la hay más barata? Aquí todo se quiere arreglar con las cosas caras.
- No. Quiero decir eso que se pone en la boca para respirar y no contagiarse de los demás.
- Ni hablar. Yo no me pienso poner nada en la boca: no se me va a entender. Será mejor no ver la televisión, que para lo único que sirve es para llorar.
- Anda, levántate ya del sofá. Ya está Pedro ahí. Ha sido todo muy rápido y sin dolor, el dolor vendrá después. Y entonces sí que vamos a llorar de verdad.
- Eso me suena.
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