Los colchones y las tapas

Publicado: 23/09/2019
Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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Llevamos una semana en el manicomio que es de locos. A todos los volados de esta casa les ha dado por tirar los colchones por la ventana.
Llevamos una semana en el manicomio que es de locos. A todos los volados de esta casa les ha dado por tirar los colchones por la ventana. Yo iba a tirar el mío, pero después pensé que lo mejor era preguntar por qué cometían semejante locura. Todos sin excepción me dicen que, si el Presidente del gobierno, a quien ya le llaman el Colchonero, no va a poder dormir por lo que sea, ellos no tienen más remedio que imitar a su Presidente, y entonces deducen que para qué sirven los colchones. Aun recuerdo yo aquel otro colchonero que en los empastres esperaba al toro en el centro del ruedo subido en un somier, sobre el que saltaba cuando el toro iba corriendo hacia él. Una vez alguien aserró los muelles del somier y, cuando el toro llegó, por mucho que quiso saltar, no se movió y el toro se hinchó de darle caricias.

Sin embargo yo estoy preocupado por otras cosas. No paro de darle vueltas al tema de las nuevas elecciones. Resulta que, si yo encargo una obra, se presentan cinco presupuestos, me quedo con uno, porque me parece el mejor, y después el ganador me dice que no puede hacer la obra, no puedo comprender que se presente otra vez a hacer la misma obra el mismo que ha dicho que no puede hacer la misma obra. Está claro que me puede volver a hacer la misma faena y dejarme tirado. ¿Qué pretende? ¿Volvernos más locos de lo que ya estamos? Y encima quiere que lo animemos a que se presente a hacer la misma obra que no pudo o no quiso hacer. ¿Alguien lo entiende?

De modo que, a la vista del panorama, decidí no acostarme pronto, y, mientras los loqueros subían pacientemente los colchones otra vez a su sitio, me despisté y me fui a la Feria de la Tapa del Parque de los patos. Los patos estaban con la boca abierta viendo la movida y me imagino que también debieron tirar los colchones fuera, porque se veía que los pobres estaban pagando el pato de tanto ruido. Pero ya están acostumbrados. Había un concurso de tapas y recorrí poco a poco las 8 casetas que participaban. Al pasar por delante de ellas decidí no aplaudir a ninguna para que no me tomaran por loco, pero no me faltaron ganas. Desde niño me enseñaron que lo importante es participar, aunque no se gane, y por eso aplaudo desde aquí, que nadie me ve, a esos empresarios que han colaborado con mayor o menor acierto a que la Feria Gastronómica de la Bahía vaya para arriba.

Alabo el esfuerzo de locos como Manolo Luna (su apellido tiene todas las trazas de referirse a un loco), que al frente de Acosafe, se mete en unos líos de organización horrorosos por darle nombre y prestigio a la Feria y de camino a La Isla. Allí se le ve yendo de un sitio a otro para que todo salga bien. Estuve observando que cada vez las tapas están mejor elaboradas y se cuidan mucho más, tanto en su presentación como en su contenido. Me huele que esta Feria triunfará a fuerza de constancia y de echarle calidad. Al final me quedé a escuchar quién era el ganador; fue De Javier Tapería con una tapa que consistía en un pastel de caballas de Paquiqui con mayonesa de algas. Me fui corriendo a probarlo, pero me llamaron del manicomio para que volviera pronto, porque mi vecino se había equivocado y en vez de tirar el colchón se había tirado él. ¡Esto de vivir rodeado de majaras!  

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