El Loco de la salina

Se dice muy pronto

He pasado por la Librería-Papelería Bozano de la calle Rosario y eso es lo que ha hecho D. Francisco con las estanterías del fondo de su establecimiento.

Publicado: 24/03/2019 ·
22:03
· Actualizado: 24/03/2019 · 22:03
Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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Una de las cosas que los locos hacemos rutinariamente todos los días en el manicomio, y me imagino que también ahí fuera, es ponernos y quitarnos los calcetines dándoles la vueltecita correspondiente.

He pasado por la Librería-Papelería Bozano de la calle Rosario y eso es lo que ha hecho exactamente D. Francisco con las estanterías del fondo de su establecimiento. Con motivo de los 95 años de su existencia, le ha dado la vuelta a los calcetines de papel que han guardado mudos un reposo absoluto a través de tantos años y ha llenado sus escaparates de entrañables recuerdos.

Corrían los felices años 20, después de la I Guerra Mundial, cuando su padre y tocayo D. Francisco de Paula se tiró hacia delante y abrió su establecimiento de inquietudes culturales al público, más concretamente en 1924, año en que paradójicamente el paleto general Primo de Rivera desterraba a Miguel de Unamuno tras desposeerle de su cátedra en la Universidad de Salamanca. Desde entonces pasaron ante sus ojos malditas dictaduras, malditas guerras mundiales, malditas guerras civiles, y él como si nada, a lo suyo. Lo suyo era trabajar y mantener abierto su negocio contra viento y marea.

No fue tarea fácil, porque, aunque disponía de un lugar céntrico, el personal no estaba para muchas alegrías financieras. Ya después su hijo ha continuado navegando, trabajando y guardando una gran cantidad de reliquias de aquellos tiempos duros. Hoy nos las ofrece en sus escaparates como restos benditos de un naufragio. Por eso hoy, 95 años más tarde, he pegado mi nariz en el cristal y por mi cabeza han pasado imágenes que el tiempo con todo su enorme poderío no ha podido borrar.

Allí, en una exposición mimada y abierta al pasado, brilla toda una época de estrecheces y de libros con mínimos colores: nuevos métodos de lectura para una Isla que en los tiempos actuales lee bastante poquito, cuadernos de urbanidad para una Isla que tiene mucho que aprender en este terreno, libritos que nos llevan a viajar por una España desdibujada en su historia y siempre presidida por el Cid Campeador, por Don Pelayo y por el del Valle de los Caídos, libretos caducados sobre la formación del espíritu nacional, caligrafías perdidas a pesar del titánico esfuerzo de los Hermanitos de la Salle por evitar su decadencia y sustituidas hoy por auténticos garabatos, catecismos, misales de primera comunión con sus pastas de nácar y sus cantos todavía cubiertos de oro gastado…

Me he quedado embobado al ver los antiguos cartabones de madera con el borde blanco de sus hipotenusas, las escuadras, las maletitas de puños de latón oscuro para guardar las cosas del colegio llenas de dibujos y arabescos, pizarrines pequeños, enciclopedias, innumerables libritos de Geografía, de Física y de Química, cuentos de siempre, Quijotes, textos de todo tipo de aquella época… Y por si faltara algo, entrando a la derecha, expone libros de mayor envergadura y de una riqueza increíble.

Me ha encantado. Tiene tal cantidad de recuerdos, que allí uno puede volverse loco, cosa que a mí no me pasa, porque ya lo estoy. Esperemos que el centenario ponga boca arriba la calle Rosario, porque se dice muy pronto, pero 95 años no se cumplen todos los días, ni todos los años. Solamente me queda darle las gracias a Paco por mantener viva, a pesar de todas las dificultades, la llama del comercio, de la cultura, de la vida de una Isla que si no fuera por esta clase de hombres, ya hace tiempo que estaría más muerta de lo que ya está. Gracias y a por los 100.   

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