El Loco de la salina

Yo también quiero uno

No se pueden ustedes hacer una ligera idea de la movida que se ha liado en el manicomio con este asunto de los Másteres.

Publicado: 15/04/2018 ·
23:12
· Actualizado: 15/04/2018 · 23:12
Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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Llevamos una semanita que para nosotros se queda. Entre los árabes con el encargo de las cinco corbetas, que por poco se nos va a pique cuando han visto los moros que hasta la barca de la fuente mohosa se nos venía abajo por el levante, y el asunto del máster de doña Cristina, la muchacha del hoyuelo en el duro rostro, nos van a volver más locos de lo que ya estamos. De todos los temas del mundo mundial sin duda el más importante de todos es el del Máster de esta susodicha señora. Yo diría que es más importante incluso que el asuntillo de Siria y lo de las armas químicas, que no pasa de ser una anécdota comparado con el pedazo de chapuza que ha protagonizado la ínclita rubia.

No se pueden ustedes hacer una ligera idea de la movida que se ha liado en el manicomio con este asunto de los Másteres. Aquí anda todo el mundo muy revuelto por los pasillos y con los pelos como agujas del dos y medio exigiendo que en sus currículos, junto a lo de “loco de remate”, figure el reconocimiento de algún Máster. La frase que más se escucha en el manicomio es “yo también quiero uno”.

Resulta que, vistas las extraordinarias facilidades con que algunos y algunas consiguen ese titulito, y los intensos aplausos que se ganan por parte de sus correligionarios, ahora todos los locos quieren un Máster, de lo que sea y como sea. Y dicen, con razón, que aquí o todos moros o todos cristianos. El psiquiatra de la casa ha cogido una profunda depresión, porque ya los locos no se fían de él y todos le preguntan en el sofá, que cada vez es más incómodo, si su título es legal o se lo han regalado en la Universidad por la misma cara. La alarma también ha estallado entre los padres y madres de la patria.

Parece que hay un montón de políticos borrando de sus currículos montones de diplomaturas, de licenciaturas, de doctorados e incluso hay quien está eliminando hasta el recordatorio de la estampita de la primera comunión por si alguien duda de que la hicieran. Algunos, de tanto borrar, se han quedado en el currículo exclusivamente con la foto de la carita arriba y con el folio más blanco que el trapo del anuncio del detergente.

Esa es la preparación de muchos que nos gobiernan. Y sorprendentemente la gente se extraña; y la televisión pone la noticia en todos los telediarios como si fuera algo excepcional; y parece que ya nadie se acuerda de cuando Luis Roldán se hizo pasar por lo que le dio la gana, cuando no tenía ni el certificado de escolaridad. Hay que decirlo y reconocerlo: esto se parece mucho a un país de chorizos, de mangantes, de pícaros, de estafadores, de bandoleros, de caraduras… Y lo que es peor, hemos visto que los que más ladran, resulta que son los que más se tendrían que callar.

Por tanto, díganme ustedes. ¿No es para coger un día y liarse a babuchazos con esa chusma política que sin estudios ni preparación legal vive de las apariencias y de las facilidades que les brindan sus queridos y privilegiados amigos del alma? Y de los catedráticos de la Universidad ¿qué podríamos comentar? Pues que es para coger una silla al revés y liarse a silletazos con unos cuantos.

Menos mal que van a llover las dimisiones. ¿Mande? Aquí llueve de todo menos dimisiones. Yo los metía a todos en una caseta de la Feria de Sevilla, les ponía la discografía completa de María del Monte y les echaba el candado, aunque es verdad que este castigo no se lo deseo ni a mi peor enemigo.   

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