El Loco de la salina

La semana de seis días

¿Acaso Montoro perdona, si ya tenemos en puertas la declaración de la renta?

Publicado: 26/03/2018 ·
02:23
· Actualizado: 26/03/2018 · 09:16
Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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Llueve, tras los cristales llueve y llueve. Habría que decirle a Antonio Machado que sigue lloviendo y que no hay manera de que deje de llover. No estamos acostumbrados a tanta lluvia y al parecer esto no hay quien lo pare. Digo yo que en tiempos de pertinaz sequía salen procesiones para pedir al cielo que llueva de una vez y sin embargo ahora nadie sale para decir que ya está bueno lo bueno. Llegó la semana santa de la mano de la primavera y sigo sin comprender por qué motivo una semana es santa y las demás no lo son.

¿Por qué tanta discriminación? ¿Acaso una semana del caluroso agosto no puede ser santa, si se porta como Dios manda? Por lo visto debe ser muy difícil ser santo o santa a estas alturas, porque solamente una semana lo es y porque muy poquita gente cree ya en los milagros. De hecho, por ejemplo, nadie cree que el Cádiz pueda subir a primera división y sin embargo la afición espera el milagro un año tras otro.

Pero es que además esta semana dispone solamente de seis días. De lunes a sábado la sangre recorre las calles de la Isla entre el jolgorio del personal. La gente estrena traje, el personal se pone bonito, se llenan los bares, suenan las trompetas, la juventud tiene la excusa perfecta para llegar a casa a las tantas de la madrugada…Y sin embargo el domingo de gloria, que debía ser, digo yo, el día cumbre de todos los que se consideran cristianos, ése pasa sin pena ni gloria, nunca mejor dicho. Sale un paso con escasa gente y pare usted de contar. Nunca llegaré a entenderlo.

Pero los andaluces siguen desesperados buscando escaleras para subir a la cruz. En la soledad de este manicomio me hago multitud de preguntas. Me pregunto muchas veces por qué, cuando llega la semana santa, el color que más gusta en Andalucía es el rojo chillón de la sangre. Mucha gente se sacrifica estos días, no come carne, se mete debajo de los pasos para cargar, incluso muchos penitentes van descalzos por las calles a pique de pisar cualquier colilla mal apagada o cualquier cagada de perro de las miles que hay en la Isla, otros se pegan latigazos en la intimidad…

Y sin embargo se pone a llover, y muchos penitentes, en lugar de alegrarse por la maravillosa justificación que se les presenta de no tener que salir a las calles a sacrificarse, lloran y no tienen consuelo. No me lo puedo explicar. Después dicen que los locos estamos locos. Ya sabemos que la vida es un valle de lágrimas, pero eso es una cosa y meternos caña sin compasión y a gusto a nosotros mismos es otra bien distinta. ¿De qué valen tantos latigazos? ¿Acaso no nos dan ya suficiente paliza diaria entre unos y otros?

¿Acaso Montoro perdona, si ya tenemos en puertas la declaración de la renta? ¿Acaso no tenemos bastante con soportar el castigo del recibo de la luz y tener que hacer una enorme cola en la oficina de Endesa de la calle Murillo? ¿Acaso los bancos no nos siguen metiendo comisiones hasta por respirar? ¿No tenemos suficiente con pasar la agonía de llegar a fin de mes? ¿Acaso no se nos hiela la sangre en las venas cuando vemos cómo muchos políticos nos roban en la misma cara? Pues parece que nada de esto es suficiente. Nos gusta torturarnos, sacrificarnos, dejarnos las tiras de la piel en los adoquines.

Los turistas llegan y alucinan con nosotros, pero nosotros seguimos desafiando al tiempo y haciendo como que el domingo de gloria no existe. ¿Quién lo entiende?
 

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