El Loco de la salina

Ayer fue mi cumple. ¿Pasa algo?

Yo nací en el Castillo de San Romualdo tal día como ayer 7 de enero de un año del siglo pasado.

Ayer fue mi cumpleaños. No les voy a decir cuántos añitos cumplí, porque ni yo mismo me lo creo de lo abundantes que son. Un loco bastante mayorcito, a mi pregunta de cuántos años tenía, me respondió que él tenía cincuenta años, pero lo decía así: “sin cuenta”, o sea, que ya había renunciado a contarlos. Si ya lo del día del santo es una bicoca para los comercios, aunque una soberana pamplina para el resto de mortales, imagínense lo del cumple. Simplemente se trata de hacer negocio y celebrar que la Tierra ha dado una vuelta más alrededor del sol.

Y ¿qué? ¿Habrá algo más tonto que dar vueltas como un trompo alrededor de algo? Más vueltas dan los pollos en el asador y a ninguno de ellos se le ocurre celebrarlo. Si en vez de vivir en el siglo XXI, viviéramos en el XVII, no quiero ni pensar en los años de cárcel que nos iban a meter por decir que la Tierra es la que no para de dar vueltas alrededor del Sol. Sin ir más lejos, a Galileo Galilei lo tomaron por loco y le dieron para ir pasando, incluida la cárcel, solamente por insinuar que la Tierra era la que se movía y que el Sol era el que estaba quieto.

Por cierto hoy, 8 de enero, hace 375 años que Galileo murió lamentando la cantidad de catetos y de incultos eclesiásticos que lo rodeaban y acordándose de las respectivas madres que los parieron mientras este planeta seguía moviéndose muy a pesar de ellos. Menos mal que la Iglesia Católica hace ya algunos años le pidió perdón, aunque no me consta a mí que Galileo haya dicho nada al respecto. Me lo imagino en su tumba hecho polvo pensando eso de a buenas horas…

Pero volvamos al principio. Hoy es mi cumpleaños y quiero contarles algo personal. Yo nací en el Castillo de San Romualdo tal día como ayer 7 de enero de un año del siglo pasado. Mi nieta me dice que yo debo ser alguien muy importante, porque no nace cualquiera en un Castillo, aunque en la actualidad esté solamente enfoscado y lo que te rondaré morena. Le explico que entonces en el Castillo de La Isla podía nacer cualquiera y que no hacía falta ser ni caballero andante, ni príncipe, ni perteneciente a la casta. Mi padre me contaba que mi venida al mundo el día 7 de enero fue providencial. Mi abuela, Rosario la de la Loza, y mi padre iban desde el Castillo hasta la Plaza para vender platos, vasos, cubiertos, cacharros de cocina…

Eran días de mucha venta y la competencia era mucho menor que hoy. Entre los chinos, los moros, las grandes superficies, el paro y Montoro han arrasado con las ganas de vender y de comprar. Mi madre Mercedes tenía ya la barriga muy avanzada. El niño, es decir, este loco, estaba a punto de nacer. Mi madre tenía las carnes cerradas, pero mi padre las tenía abiertas, porque, si mi madre paría antes de Reyes, la cosa de la venta se le iba a poner muy jodida. Todas esas mañanas daba unos cuantos viajes hasta el Castillo para ver si mi madre y yo éramos capaces de retrasar el parto hasta pasados los Reyes.

El niño, es decir, este loco, aguantó lo indecible, porque siempre quise mucho a mi padre y ya desde mi más tierna infancia procuré facilitarle la vida. Llegó el 3, el 4 y el 5 de enero y todavía recuerdo cómo me agarraba al cordón umbilical con todas mis escasas fuerzas para hacer tiempo. Por fin, el día 7 mi cara asomó por este mundo y mi padre respiró, porque no tuvo que dejar de vender. Siempre me lo recordó. Hoy, los videntes aseguran que soy Capricornio no solamente por nacer en enero, sino también por estar como una cabra. Les sobra toda la razón que a mí me falta.

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN