Gracias

Publicado: 22/06/2014
Que las buenas personas no mueran del todo, sino que sus acciones convenzan y sobre todo que su ejemplo arrastre.
Dicen que es de bien nacido ser agradecido. Pues bien. Con motivo de la inesperada muerte de mi hermano Jesús hemos recibido tantos pesares y tanto apoyo por todas partes, que me siento obligado a dar las gracias en nombre de mi familia y en el mío propio en este mismo medio en que publiqué la triste noticia. He podido comprobar estos días todo lo que ha significado Jesús en la vida de multitud de personas sencillas que admiraban su forma de ser. Solamente hay que ver los comentarios que siguieron a la noticia. Todos coinciden en afirmar lo excepcional que era Jesús y muchos contaban anécdotas curiosas y entrañables sobre su manera de ser.

Gracias a Alcalá de los Gazules, pueblo al que Jesús se había entregado por completo durante los tres últimos años de su vida, donde se encontraba inmensamente feliz y donde lo buscó la muerte en plena consulta. No se me podrá olvidar el aplauso tan prolongado que recibió mi hermano de manos de toda la gente que abarrotaba la iglesia de San Jorge el día en que Alcalá homenajeó a mi hermano. Fue impresionante. Un compañero de Jesús aseguró que nunca había visto esa iglesia tan llena de gente. Se palpaba en el ambiente que había una mezcla indescriptible de dolor y de agradecimiento a su médico desaparecido tan de repente. Era un aplauso por todo el bien que Jesús había hecho en el pueblo. Y lo bonito era que las palmas procedían de gente humilde, de gente que había recibido de él un trato tan digno como simpático.

Ese aplauso llegó después de que una persona emocionada leyera un escrito dedicado a él, en el que se describía perfectamente cómo era Jesús y cuánto lo quería el pueblo de Alcalá. La gente que se nos acercó al final nos daba besos con un sentimiento profundo de pesar. Les puedo asegurar que por un momento yo me sentí más que nunca carne de Jesús, porque muchos decían que me parecía a él y apretaban sus labios sobre mi mejilla, aunque yo sabía que en realidad los besos no me los estaban dando a mí, sino que se los estaban dando a mi hermano. Dijo un autor que un beso es un truco de la naturaleza para callar las palabras cuando se vuelven innecesarias. Pero me contaron muchas cosas.

Que un barrendero lo esperaba muchas mañanas para tomar café. Que, cuando visitaba a las monjitas, algunas le besaban la mano, porque Jesús, según ellas, era su cura-médico. Un hombre, José, me puso en las manos un precioso poema que le compuso con todo el amor del mundo. Una señora traía unos huevos del campo para la mujer de Jesús con todo el cariño del mundo…Gracias, Alcalá de los Gazules. Son muchos recuerdos difíciles de olvidar.

Y gracias también a todo el pueblo de San Fernando, que ha llamado interesándose por la sorprendente noticia. No en vano Jesús había trabajado en varias zonas de La Isla. En el consultorio que había en la esquina del Parque, en Tomás del Valle, en el consultorio cercano a la Venta de Vargas…En todos los sitios fue muy querido. Y es verdad que tenía los cupos a tope, pero mucha gente seguía insistiendo en que quería estar con Jesús. Incluso algunos cañaíllas me pedían a mí que hablara con mi hermano a ver si con mi recomendación pudieran entrar en su cupo de pacientes. El secreto de Jesús estaba en lo que decía Séneca: “No puede el médico curar bien sin tener presente al enfermo” Gracias a todos por sus palabras de ánimo. Gracias al Doctor Antonio González Cabrerizo por su escrito tan profundamente sentido, en el que se deshace en elogios hacia Jesús.

Escribió Horacio, el mejor de los poetas romanos: “Non omnis moriar” (No moriré del todo). Eso espero. Que las buenas personas no mueran del todo, sino que sus acciones convenzan y sobre todo que su ejemplo arrastre. Gracias.

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