No se atreven

Publicado: 04/07/2010
El universo es enorme. Tan enorme, que es imposible que por ahí, en algún lugar perdido en el espacio, no haya alguien que no respire, que no tosa o que no se abotone.
Decía Albert Einstein: "Dos cosas son infinitas: el universo y la estupidez humana.; y yo no estoy seguro sobre el universo". Pero yo sí, que para eso el pensamiento y la imaginación son gratis en este manicomio. Las galaxias se pueden contar a millones y las estrellas para qué le voy a referir. Hay planetas para dar y regalar. Y satélites.
Sin embargo la pregunta clave es por qué después de tantos siglos de historia a nadie se le ha ocurrido aparecer por este granito de arena que es nuestra Tierra. Nosotros estamos acostumbrados a mirar al cielo levantando la mirada o elevando la mente durante las procesiones, pero muy poquito dados a ver el panorama desde arriba. Me los estoy imaginando a esos marcianos. Los extraterrestres deben ser muy raros, pero desde luego tontos no son. Seguro que con sus avanzadas civilizaciones han podido contemplar la Tierra con mucho detenimiento y esmero. Desde hace mucho tiempo han podido admirar las pirámides, la muralla china, el Puente Zuazo, el Amazonas…Y no han venido ya, porque esta gente sabe lo que quiere y, si pertenecen a una civilización superavanzada, experiencia tendrán y no deben fiarse ni de la madre que los parió. Sabrán también que aquí los locos están a la orden del día y que se nos puede ocurrir cualquier cosa para quitarles las ganas de aterrizar. Están locos por venir, pero no se atreven a la vista de cómo está el patio.
Pues bien, últimamente estos señores deben estar bastante confusos y para mí que por eso no se atreven a bajar de una santa vez. Deben estar analizando con lupa unas rayitas verdes que se extienden por una zona al sur de España que coincide con La Isla, mire usted por dónde. Ellos no terminan por dar con la tecla, a pesar del coco que gastan para estas cosas de la observación. Son unas rayas verdes que unas veces se ensanchan, otras adelgazan, otras aparecen y otras desaparecen. Increíble para sus agudas células grises acostumbradas a procesar datos y a no tener más problemas que sus antenas. De buenas a primeras las malditas rayitas se meten entre los coches haciendo filigranas y, cuando menos te lo piensas, marcan un fin inesperado y sin explicación alguna. Recorren la ciudad sin que nadie las utilice ni para bien ni para mal. La gente lo que utiliza son unos armatostes con ruedas llamados coches. Los seres humanos que se arrastran por el suelo contemplan las rayas, se ríen, se cabrean, se echan las manos a la cabeza y se van sin protestar, como siempre.
Nosotros los locos queremos que esos señores bajen a la Tierra a ver si echan un cable. Anoche les escribí una carta, en la que intento explicarles que pierdan sus temores, que aquí no nos comemos a nadie. Les digo que entre nosotros existe una cosa que es el Ayuntamiento y que, aparte de cobrar impuestos y de no dar con los dineros que ponemos en sus manos, hace determinadas actuaciones en la ciudad. Una de ellas es lo que se ha quedado en llamar carril-bici, que consiste en pintar a lo largo de la ciudad una rayita verde para después decir en las elecciones que se han pintado no sé cuántos kilómetros de rayitas verdes. Les digo que no se asusten, que La Isla es La Isla y que los políticos son los políticos. Que ya sabemos que lo del carril-bici no tiene sentido tal como se está haciendo, pero que no es peligroso para ellos, aunque lo sea para el pobrecito que intente utilizarlo. Que no pasa nada con las rayas y que, aunque ni aquí nos explicamos para qué sirven, deben saber que es por la apatía que llevamos en el alma los cañaíllas, que así nos llamamos los que habitamos este gran manicomio llamado La Isla.

© Copyright 2024 Andalucía Información