El Jueves

Atención personalizada

Creo cada día con más datos que corroboran esta idea que en la sociedad en general padecemos una enfermedad carente de cura...

Creo cada día con más datos que corroboran esta idea que en la sociedad en general padecemos una enfermedad carente de cura. Y ni tan siquiera de mejora, a no ser que nosotros mismos busquemos la medicina que resuelva este mal. La venimos padeciendo desde hace muchos años, pero últimamente veo que se ha acrecentado a límites que ni tan siquiera podíamos imaginar. Eso sí, la padecemos sólo aquellos mortales que vivimos el día a día, los que llegamos a fin de mes en ocasiones con apuros y la información bursátil nos importa más bien poco. Ya saben, los que no entendemos de paraísos fiscales y las únicas inversiones que hacemos es comprar un nuevo tostador de pan (o una batidora) cuando el que tenemos se ha estropeado con los años.

Se trata de eso que llaman “atención personalizada” en las entidades de ahorro y bancarias y que cacarean en su publicidad. Fíjense que cada vez que traspasamos la puerta de una caja o un banco lo hacemos en calidad de clientes, aunque vayamos a pedir un préstamo. Sí, nosotros, los de este lado del mostrador, somos los clientes, por si no han caído en la cuenta. Y a los clientes, por lo menos en el negocio que yo tengo, se les trata mejor que a nadie.

A los clientes se les atiende, no se les despacha. A los clientes se le facilitan las cosas, no se les ponen impedimentos. A los clientes se les procura hacer esperar lo menos posible, no se les mantiene en interminables colas. A los clientes se les presta el mejor servicio con la mejor calidad, no se les trata como perdonándoles la vida.

Hoy he podido escuchar a un cajero de una entidad bancaria decir que “no era su problema” los más de 45 minutos que hemos estado un grupo de personas aguardando a que nos atienda. Sí, ya sé que ese empleado no tiene la culpa de esto, que los culpables de que en una entidad bancaria existan tres mesas de atención al público y sólo funcione una de ellas no están “in situ” para ver lo que pasa. Pero también, por repartir las responsabilidades, ese empleado tiene un director de sucursal que puede -y debe- elevar sus quejas a quien proceda.

Es lamentable que manejan nuestro dinero y en algunos casos nuestros ahorros y no tienen ni la más mínima intención de hacernos sentir cómodos y valorados cuando entramos en las sucursales. Se adolece de una atención correcta y medianamente personalizada. Tienen, aunque no deben, la sartén por el mango, sartén que les hemos dado nosotros. Como esas que exponen y regalan a precio de oro a quien se atreve a hacer una imposición a plazo fijo.

Y no se lleve el bolígrafo de la caja, que está atado con una cuerda…

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