El Jueves

Por supuesto: en paz

Si no fuera porque es mi amigo y buena persona y también porque les debo a ustedes el mayor de los respetos semana a semana a través de esta columna...

Si no fuera porque es mi amigo y buena persona y también porque les debo a ustedes el mayor de los respetos semana a semana a través de esta columna, hoy hubiera copiado línea a línea y letra a letra las que tan acertadamente ayer dejó por aquí escritas mi querido y admirado Moisés Ruz, en esa nuestra “Salita de Moi” (una de las columnas más leídas en este periódico). Sí, esa que titulaba “Dejemos a los muertos tranquilos” y por la que seguramente a alguno de nuestros lectores le hayan salido ronchas.

Pero lo que nadie me va a evitar decir, hoy que me despido hasta el próximo septiembre porque ustedes tienen también derecho a descansar al menos un mes de este torpe juntaletras, es que puso el dedo en la llaga y con valentía abordó un asunto de forma clara y directa. No puedo estar más de acuerdo con él, permítanme decir. Y no me mueve ni la amistad ni el compañerismo del medio, no. Me mueve mi verdad, relativa porque es mía y con la cual no obligo a comulgar a nadie.

Si es posible ahondo un poco más en el tema. Verán ustedes: a pesar de que el abuelo paterno de quien hoy firma estas letras fuera uno de los perseguidos por Queipo y sus secuaces; que le llevó a dar con sus huesos a la cárcel y sufrir una condena a muerte que (a Dios gracias) no se cumplió; que fue preso político en una guerra entre hermanos por el solo hecho de ser republicano. Pues bien, a pesar de todo eso, mi odio hacia el general lo busco y no lo encuentro. Será que ya no existe. Y que me perdonen por esta insolencia mi abuelo y mi padre desde el cielo, que seguro lo harán, pues eran hombres cabales y buenos cristianos. Eran hombres con sentido de la vida y altura de miras. Por ello creo que no les molestará esto que digo. Saben que no traiciono sus memorias.

¿Memoria histórica? ¿Quién se sacó ese invento de la manga? ¿Por qué no practicamos mejor la memoria de futuro y empujamos todos para dejar una sociedad más justa y digna a las generaciones venideras? Sí, a ese carro sí que me apunto. Y Moisés Ruz también, sin preguntarle. A un carro sin odio y sin venganza. A un carro que mire hacia adelante, siempre hacia adelante.

Creo que mi generación (y por supuesto las venideras) deben comenzar de una vez por todas a ver las cosas y sobre todo la historia desde otro punto de vista. Si, Moisés, dejemos a los muertos en paz (¡qué razón llevas, amigo!) y vivamos en paz, que si se tuvieran que exhumar cuerpos de ambos bandos no habría palas en España para mover tanta tierra.

Hasta septiembre. Feliz descanso.

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