La lágrima

Más de medio siglo después, en Siria, se sigue matando igual. Con un compuesto organofosforado descubierto en la Alemania nazi en 1938

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Niños muertos con grandes quemaduras en sus cuerpos, hombres y mujeres soltando espuma por la boca y aullando de dolor, sufrimiento y cadáveres por doquier mientras las bombas estallan esparciendo productos químicos que siembran el terror y la muerte ¿Hasta qué grado de crueldad e inhumanidad podemos llegar los humanos?

De nuevo en Siria se han vuelto a utilizar armas químicas de destrucción masiva. Las noticias lo confirman y los videos con las pruebas se han vuelto virales en las redes. Las conciencias se remueven pero, ¿de verdad sirve de algo? El sufrimiento humano solo nos afecta cuando lo padecemos en nuestras propias carnes. Mi amigo Lucio, al hilo de la noticia, recordaba a Bertrand Russell y sus “Crímenes de guerra en Vietnam”. El gran filósofo y matemático británico que tuvo, según decía, tres poderosas pasiones en su vida: el anhelo del amor, el deseo de saber y una compasión abrumadora ante el sufrimiento de la humanidad, denunció con prolija y apabullante documentación el empleo de armas químicas en la guerra de Vietnam, concretamente del napalm, un derivado del fósforo. Utilizado, disimuladamente, como herbicida, fue considerado como más peligroso que la precipitación radiactiva. “El napalm es un producto químico que arde de manera que no se puede extinguir. Las víctimas supuran ante los ojos de los observadores aterrorizados. Este arma tiene por objeto crear el pánico y la histeria y también exterminar a los seres humanos”, escribía Russell en 1964.

Más de medio siglo después, en Siria, se sigue matando igual. Con un compuesto organofosforado descubierto en la Alemania nazi en 1938. Incoloro e inodoro, el gas sarín no se percibe hasta que no comienza a hacer efecto que puede ser, en función del grado de exposición, desde un simple picor en los ojos, tos y mareos, hasta la pérdida de conciencia y la muerte. En cualquier caso, si inhumana es la guerra, cualquiera que sea, utilizar estas armas entra dentro de ese grado de crueldad inconcebible en un ser humano.

Ante el uso de estas armas de destrucción masiva en Siria y el visionado de los videos que muestran sus devastadores efectos sobre la población de Idlib, han saltado todas las alarmas. La Organización para la Prohibición de las Armas Químicas ha expresado su preocupación, La UE y la ONU se reúnen en Bélgica para analizar lo ocurrido, Francia ha solicitado una reunión urgente del Consejo de Seguridad. Se busca culpable, unos apuntan al gobierno sirio y a Rusia, otros a Al-Qaida y Trump a Obama. Pero, ante la barbarie, ¿A quién se le cayó una lágrima?

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