El Gallinero

Gracias por tanto, Capitán

Álvaro Pérez, profesor de la Universidad Internacional de La Rioja y Coordinador de la comisión de Investigación del Aula de Cultura del Carnaval de Cádiz

Publicado: 18/05/2019 ·
11:38
· Actualizado: 18/05/2019 · 11:40
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  • Los peregrinos -

¡Oh capitán, mi capitán! / Levántate y escucha las campanas. / Levántate, para ti flamea la bandera. / Para ti suena el clarín, / para ti los ramilletes y guirnaldas engalanadas, / para ti la multitud se agolpa en la playa. / A ti llama la gente del pueblo, / a ti vuelven sus rostros anhelantes, / ¡Oh capitán, padre querido! / ¡Que tu cabeza descanse en mi brazo! / Esto es sólo un sueño: en la cubierta / Yaces muerto y frío. 

Cuando el poeta estadounidense Walt Whitman escribió estos versos, nunca pensó que iban a ser inmortalizados por el grupo de alumnos que, capitaneados por el Sr. Keating (Robin Williams), formaban parte del “Club de los Poetas Muertos”. Y, ni mucho menos podría imaginar que este poema serviría de epitafio en este sencillo homenaje en forma de artículo dedicado al Capitán Veneno que, a sus 51 años, ha decidido que ya no le apetecía seguir siendo un ser terrenal y, como siempre ha hecho lo que le ha dado la gana, se ha marchado de este planeta a seguir haciendo carnaval para otra “chusma” selecta -qué suerte tienen allá donde haya ido-. Quizás haya entrado a formar parte del oscarizado “Club” anteriormente mencionado, de hecho, no sería de extrañar, ya que su lema era “carpe diem”, algo que Juan Carlos ha llevado a gala como una filosofía de vida.

La realidad es que deja un vacío muy grande, tan grande como el impacto que supuso su aparición en la modalidad de comparsa a principios del nuevo siglo (ante las ausencias de Martín y Romero, y un Ares cada vez más centrado en su futura carrera como cantautor), esbozando, como expone Miguel Ángel García Argüez en La Canción de Cádiz (2016), “unas maneras diferentes y novedosas de plantear los conceptos, unas músicas asombrosas, riquísimas en matices, modernas y con regusto clásico al mismo tiempo, una frescura en definitiva más que necesaria en unos tiempos en que todo comenzaba a ser un poco previsible dentro de la modalidad. Pero, por encima de todo, estalló el talento arrebatador de un letrista que elevaba la calidad poética de las letras de comparsa a unos niveles de sofisticación y complejidad hasta ese momento absolutamente impensables”.

Pero, con el permiso de la legión de seguidores de La comparsa de JC, yo me quedo con su chirigota. Y los que amamos el estilo desvergonzado e insolente de las chirigotas del “cabeza”, hemos tenido la suerte de recibir, en este año 2019, un último regalo a modo de legado canalla con su chirigota “Er Chele Vara”. ¿Quizás él sabía que no iba a poder hacer más chirigotas para el Teatro Falla? Ha mostrado tantas veces esas dotes premonitorias que no extrañaría nada.

Y es que su chirigota es su sello, de hecho, aunque altamente influenciado por las comparsas de Martín -vecino y amigo de sus padres en su niñez, algo que le hizo probar en juveniles con dos comparsas-, el quiso que su primera agrupación en adultos, allá por mediados de los 80, fuera la chirigota “Los Tartajas Tajarinas”, en la que ya ponía sobre la mesa algunas de las señas de identidad que posteriormente consolidaría en los años 90. 

Pero como el Capitán Canalla ha sido tan “gaditanissimo”, cuando regresa al carnaval con la licenciatura de Filosofía bajo el brazo, quiso escribir para la composición más genuina de la fiesta gaditana, el tango, participando en cuatro coros (“Estamos en Babia”, “El Danubio Azul”, “El Congreso” y “El pozo la Jara”) y medio -si consideramos que la chirigota “Un peasso coro”, por cierto la primera cinta de cassette que adquirí junto con “Los Tintos de Verano”, es medio coro-.

Y fueron esos inicios en la chirigota los que marcaron su trayectoria posterior, pasando en su recorrido de ser autor de referencia, a leyenda viva y, finalmente, a mito. Un genio como JC es capaz de lo mejor y lo peor, de levantar las mayores pasiones a la más absoluta repulsa, pero nunca dejando a nadie indiferente. 

Autor diferente, incorregible, innegociable, inimitable. Diferente, porque desde sus primeras agrupaciones en juveniles y, sobre todo, cuando da su salto a adultos en la modalidad de coros, ya muestra una ironía inigualable, una crítica mordaz, una capacidad satírica especial; llevada a su máximo exponente en su etapa chirigotera y suavizada, en cierta medida, en su trayectoria comparsista. Incorregible, por su fidelidad a su forma de ser, como persona y como artista, algo que siempre he alabado; te puede gustar más o menos, pero es AUTÉNTICO. Innegociable, porque tanto en su forma de hacer agrupaciones, como en sus repertorios, lo que primaba era que él estuviera contento, no cabía otra forma de pensar y, gracias a ello, CÁDIZ, siempre ha estado presente en su obra. Inimitable, está claro, no habrá otra persona como él, con sus virtudes y sus defectos. Juan Carlos revolucionó la forma de escribir carnaval, de tocar ciertos temas, de piropear a esa “isla ensamblada entre el viento y el mar”.

Como autor de comparsa, ya hicimos un análisis profundo sobre su estilo e indiscutible influencia Luis García Gil, Javier de Castro y un servidor en el libro “La Canción de Cádiz” (Editorial Dalya, 2016), por lo que no creo que deba cansaros más en este pequeño artículo. 

Y, aunque las modalidades de comparsa y chirigota gozan de buena salud, la pérdida de Juan Carlos es irreparable, sin duda una persona irreemplazable, un genio para Cádiz y la humanidad. Se echarán de menos sin duda tus letras, aunque, a pesar de tu juventud, has dejado un legado inmortal que será infinitamente recordado. 

Esa curiosa su obsesión por la muerte, enfocada muchas veces en sus repertorios entre la aprensión, el recelo, el sarcasmo y, quizás, el anhelo. Letras testamentarias en pasodobles y cuartetas de popurrí, que nos hacían reflexionar sobre nuestro papel en la vida. Esa curiosidad, unida a tu capacidad de hacer siempre lo que has querido, te ha llevado a descubrir, demasiado pronto, qué es lo que nos vamos a encontrar cuando alcancemos el sueño eterno. Seguro que con tu lírica deslumbrante nos describirás algún día lo que acabas de encontrar en una letra de pasodoble. Eres único Capitán.

¡Oh Capitán, mi capitán!

Para ti la multitud se agolpa en la playa…

GRACIAS POR TANTO, CAPITÁN VENENO.

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