El poder es como la dinamita, o se maneja con cuidado, o te explota en las manos y es eso precisamente lo que le ha pasado a Susana Díaz con tus ataques verbales contra Vox, haciéndole una campaña que ni ellos mismos hubieran sido capaces de programar.
El pasado 2 de diciembre la encuesta le daba a Vox una representación en el Parlamento andaluz de tres a cuatro diputados, pero gracias a Susanita, la del ratón chiquitín, obtuvieron doce, los mismos doce que han servido para desahuciar del cortijo a todos sus inquilinos.
Una docena de Diputados a los del Partido Socialista desprestigia llamándoles xenófobos, racistas, dictadores, franquista y muchas lindezas más para de esta forma desahogarse y soltar por esas bocas improperios contra 400.000 andaluces que lo único que oyen son los rebuznos de tantos borricos en celo a los que se le han escapado el pezón de la teta que nos alimentará.
El pacto firmado el miércoles de esta semana asegura un Gobierno formado por los partidos de derecha que los andaluces esperaban desde hace casi 40 años y supongo que algo habrá que agradecer a esos doce diputados sin cuyos votos no hubiera sido posible investir a Juan Manuel Moreno como presidente.
Desde mi punto de vista este nuevo Gobierno es como aquellas películas que se proyectaban en varias jornadas o como la novela por entregas, pero que tenían un final que a todos dejaban satisfecho.
Esta película que se los va a proyectar durante los próximos 4 años yo la titularía como ‘Doce hombres sin piedad’, solo que en esta ocasión la presunta va a ser condenada a la pena de muerte política o exiliada a la bancada de Bruselas.
Posiblemente la presidenta en funciones a uno sepa cuál va a ser su destino, al igual que sucedió cuando murió Stalin que nadie se atrevió a decirle que estaba muerto, en este caso políticamente hablando.
De momento parece que por fin se va a conformar un nuevo Gobierno andaluz, pero otra cosa muy distinta es gobernar y sepan que gobernar es rectificar, así pues, vayan aplicándose el cuento y apéense de posturas partidistas y suban al tren que lleva a los andaluces a la estación del bienestar.
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