El Consejo General del Poder Judicial estará formado por el presidente del Tribunal Supremo y por 20 miembros durante cinco años. Doce de los vocales serán propuestos entre jueces y magistrados, cuatro propuestos por el Congreso de los Diputados y cuatro por el Senado. El presidente será propuesto por el Consejo General del Poder Judicial y todos ellos nombrados por el Rey.
Eso es lo que dice la Constitución en el Capítulo sexto del Poder Judicial en su artículo 122 y en la Disposición Final dice, por tanto, “mando a todos los españoles a particulares y autoridades que manden y hagan guardar esta Constitución como norma fundamental del Estado”.
Muchos españoles me supongo lo habrán leído, muchos españoles me supongo acatan lo que en ella se escribe, sin embargo, creo que los políticos o no son españoles o les importa un pimiento nuestra Carta Magna.
El Partido Socialista y el Popular se han pasado por el arco del triunfo el 122 y la Disposición Final, nombrando al presidente y a los 20 locales en un pacto vergonzoso que no tiene parangón en tantos años de Democracia. Dijo el Doctor Sánchez, el del plagio, que rompía relaciones con el señor Casado por llamarle golpista, pero todos sabemos que la política hace extraños compañeros de cama y, en su éxtasis final, han dado un golpe de muerte al Capítulo sexto del Poder Judicial.
Por otra parte, el coleta, el que pregonaba a los cuatro vientos que el Consejo General del Poder Judicial debía ser nombrado por jueces y magistrados, también se suma a la orgía y reclama para su partido dos de sus miembros.
Resulta paradójico que el populismo se haya integrado en la casta tan rápidamente, pasando del pisito al chalet, del boicot al Coca-Cola a beberse dos latas en el menú del Congreso, de exigir la Seguridad Social para todos los trabajadores y no para los suyos, de no ocultar sus ingresos en la declaración de Hacienda, aunque ellos no declaren lo recibido de Venezuela.
Así pues, nueve vocales y el presidente para el PP y once vocales para el PSOE, que tendrá que ceder a dos de ellos a su amante político. En la política y en las matemáticas lo que no es correcto está mal y lo que han hecho no es completamente correcto.
No son hombres de Estado ya que solo están pensando en las próximas elecciones en vez de pensar en la próxima generación: “yo-mi-me-conmigo”, esa es su política.Les propongo que sumen a Cánovas y Sagasta y los exhumen en el Parlamento que algo se les pegará.
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