Reflexión

Pensar es optar, tomar por una vereda insospechada, explorar con el ahínco puesto más allá

Publicidad AiPublicidad Ai Publicidad Ai

Reflexionar es el mejor ejercicio de humanismo que puede practicarse. Y si es por escrito, tanto mejor, porque se va más a lo acordado, a lo que está conjugado y con fundamento en un soporte material. Es una práctica que me gusta la de escribir y dejar plasmado mi interior para una posteridad más o menos lejana. He estado mirando hace un rato trabajos pasados y es un placer agridulce verme como desterrado de mí en circunstancias tiradas delante, como se hace con la prenda de calle una vez en casa y recibidos. Pero la reflexión no es un estado decisivo ni mucho menos estable; más bien, una plataforma de tránsito, de tomar aliento y proseguir con la meta vislumbrada y en camino. La quietud no es forma estable: un hombre reflexivo no es hombre quieto sino díscolo y perfectible, que lanza y completa juicios sin encontrar el definitivo, buscando lo mejorable. Cada vistazo tiene su verdad.

Pensar es optar, tomar por una vereda insospechada, explorar con el ahínco puesto más allá. Es más profundamente hombre el inquieto que el pasivo y más humano amagar que contemplar, porque la vida está en el movimiento; y la muerte, en quietud profunda y asombrosa. Pensar no es descubrir y pararse, sino portar la luz como ciertos escarabajos que la llevan por rincones insospechados y la exhiben sin descanso, ‘bichitos de luz’. El hombre reflexivo es espectáculo de vida antes que acierto y el dar en el clavo aumenta su probabilidad: no hay pensamiento definitivo aquí, como no hay existencia fija ni señalada. Todo oscila, fluctúa, se mide por proximidad y no por valor cerrado; todo en la vida real sigue un proceso que no se puede estrechar en la palabra, es cuestión de tiempo y, eso que digo, de acercarse y mirar con lupa. Nuestro pensamiento espía y recela y prueba opciones tras el hallazgo, como una lamparita de llama inquieta hendiendo la tiniebla.

Es habitual considerar un pensamiento como un huevo en unidad cerrada y objetiva, pero no somos aves que ‘pongan’ pensamientos, ni menos de corral, ceñidas a la cerca; reflexionar es más bien tomar parte en la historia, moverte dentro de ella, siendo parte activa provocadora y provocada, viviente y vivida, pensante y pensativa. Ponemos pensamientos con revulsivo, fijos a la cadena de la vida, vivos; la revulsión en medicina, tanto puede provocar la revulsión como el vómito o la purga, pero siempre es agente activo. Sin embargo, nos gusta presumir de estancados en la última adquisición; competimos con lo inestable en el inmovilismo, pero se nos acaba escapando la inconsistencia. En política el portugués ‘carcunda’ y el carlista hispano están a lo mismo, carcas si abreviamos. Es negar el vivir un pensamiento con raíces. Nunca nos bañamos dos veces en el mismo río, dijo el griego, pero otro había ya sentenciado lo absoluto y se quedó cogido para la eternidad.

Y así estamos, con los pies en la arena y la cabeza en las nubes, que no sabemos a qué atenernos y acabaremos sentados en el oleaje con una marca monótona y atrevida que lo diga todo. La aspiración es alta y la realidad borrosa, esto explica todo; a algunos la lógica los tiene engreídos y para otros es solo un triste envoltorio que queda de resultas. No es fácil coger vez en tales o cuales opciones; más bien, resignados a lo que salga, intentar la vida y aceptar la muerte, que es la que deja todo enfocado en un único sentido. La reflexión abierta, receptiva como una antena de parábola y aplicada a lo inmediato, se hace necesaria para conservarse ordenado y ser partícipe y testigo de cuanto late. Al final encontraremos que todo tenía un enfoque y que éste regulaba el conjunto, que no hubiera prosperado nada sin su lógica: el hombre es ante todo pensamiento y verbo y, ambos bien trabados, dan sentido a cuanto lo demande en la fungible economía en que se mueve.

Pero, ya digo, la reflexión no fabrica almenas que perpetúen la fragilidad del hombre. Ni hombres encumbrados donde no corresponde; más bien son testimonio y suministro de cordura cuya misión es conservar y resaltar el humanismo que lo impregna y lo decora. Nunca me sirváis el plato tentador de la vanidad y ponedme a disposición la sencillez heredada de una evolución bien fundada que resalte ser hombre. Quiero ser comensal invitado y no huésped de honor que se salga de quicio; sensato y ponderado, transparente, servicial y honesto. Queda mucho que adaptar en aguas limpias para la felicidad de los humildes y frenar la avaricia de los atrevidos que lo impide. El hombre siempre ha ejercido poder para imponer a los débiles su status y usar prepotencia para conseguirlo. No podemos saber si este sistema durará mucho tiempo o si lo veremos sustituido por una igualdad responsable y digna, que respete en un clima deseable. Todo será asistido por la justicia social y encumbrado por el respeto al criterio racional. No es fácil que lo veamos nosotros según se aprecia, pero caminaremos en esa dirección y acelerar el proceso cae en nuestra conciencia. Tampoco nos hemos reunido intentándolo.

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN