El Arponazo del Capitán Ahab

El arponazo del Capitán Ahab. El grano y la paja

¿Merecen los concejales los sueldos que cobran? Esa es la pregunta de la semana, y la respuesta es fácil: pues depende de cuál

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¿Merecen los concejales los sueldos que cobran? Esa es la pregunta de la semana, y la respuesta es fácil: pues depende de cuál. Paco de la Torre o Eduardo Zorrilla quizás sí, pero Teresa Porras o Luis Verde seguro que no. No todos los políticos son iguales, y ahí está la clave del meollo. En nuestro país la política ha generado un subproducto de pésima calidad, el hombre de partido, el aparatchik, que es normalmente en quién pensamos cuando decimos que los políticos cobran demasiado.

Los aparatchik son gente que no ha sido nada fuera de su partido, ni parece que hubieran podido serlo jamás. Gente cuyo único mérito se produce de puertas adentro de las sedes, y además no es precisamente un mérito, con lo que sus sueldos siempre nos parecen y nos parecerán excesivos. Pero el problema es que no podemos discriminarlos de ninguna forma de otros políticos mucho más valiosos. No podemos decir que el alcalde sí merece el sueldo pero Luis Verde no, porque ambos van en un pack indivisible como es la lista de un partido. No puedo querer a Paco de la Torre y a Carlos Conde, pero no a Pomares ni a Teresa Porras. Y eso hace que al final sea casi imposible que consideremos merecidos los sueldos de los políticos, porque los vemos muy injustificados en demasiados casos.

Hay demasiada paja en las listas, ese es el problema, pero no nos dejan separarla del grano porque las listas se mantienen cerradas a cal y canto, y además nunca jamás las abrirán. ¿Por qué? Pues porque si lo hicieran, gente como Bendodo o Susana Díaz perderían inmediatamente todo su poder y no serían absolutamente nada. Y eso, naturalmente, no lo van a permitir. Pero todo tiene su coste, claro. Al no dejarnos discriminar y diferenciar para elegirlos, tampoco discriminamos y diferenciamos al juzgarlos, con lo que los igualamos a todos en la categoría más baja y más miserable, el aparatchik. O sea, el parásito. Ahí caen todas las manzanas, las sanas y las podridas. Y no es justo, desde luego. Pero tiene fácil arreglo, esa es la buena noticia. Abran las listas y verán como ya nadie es juzgado inmerecidamente. Pero elegido tampoco…

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