El cambio, esa es la clave de todo. “Hace falta cambio”, decía hace unos días Moreno Bonilla, pero esta vez no refiriéndose a Andalucía, que ya ha tenido el cambio que él más ansiaba, sino refiriéndose a Almogía. “Aire nuevo, equipos nuevos, nuevas ideas, frescura para que Almogía tenga un futuro mejor”, “confíen en el cambio”, les decía enérgicamente a los vecinos de Almogía. Que no a los de Málaga, ojo, porque para los vecinos de Málaga el PP lo que quiere es que siga Paco, otros 200 años. No se equivoquen ahí. “¡Malagueños, ustedes no confíen en el cambio! ¡Que el cambio es para Almogía!, debió añadir Bonilla, para evitar confusiones. Sí, es un poco lioso.
¿El cambio entonces es o no es bueno y necesario? Pues depende. El que está en el poder dice que cambio ni de coña, que les queda aún mucho por hacer. Y los demás dicen que el cambio es regenerador y es la esencia de la democracia y todo eso. Y así tenemos a Dani Pérez, del PSOE, que se presenta a la alcaldía con el eslogan de “El cambio que suma”, pero en las andaluzas defendía el lema de su partido, que era “Más Andalucía”. Por su parte, el lema del alcalde es “Más Málaga”, o sea, de cambio nada, pero en las andaluzas el lema que defendía era, cómo no, “Garantía del cambio". Es decir, las campañas son básicamente combinaciones de "cambio sí" o “cambio no”, impresas sobre fondo rojo o sobre fondo azul, según toque.
Pero, naturalmente, el cambio no existe en absoluto. Cambio es simplemente como ellos llaman al mero intercambio de sillones. Aunque tampoco hay que apurarse demasiado por esto, no crean. A falta de un verdadero cambio, el simple intercambio resulta también bastante beneficioso. Ya lo decía Bernard Shaw, los políticos y los pañales conviene cambiarlos a menudo, y por las mismas razones. Es cierto que no se resuelve gran cosa, pero se respira mucho mejor.
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