Educar para el futuro

Tradiciones que estorban al cambio social

A lo largo de la historia muchas prácticas de este tipo terminaron por cambiar o desaparecer conforme la sociedad les fue dando de lado

Publicado: 21/12/2018 ·
12:44
· Actualizado: 21/12/2018 · 12:44
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Autor

Antonio Monclova

Antonio Monclova es biólogo, doctor en prehistoria y paleontología, master en arqueología y patrimonio

Educar para el futuro

Análisis, crítica y reflexión sobre las necesidades pedagógicas de la sociedad para difundir el conocimiento y la cultura

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En toda sociedad hay actividades tradicionales como la fiesta taurina o la caza que disgustan a parte de sus miembros, no por perjudicarles directa o indirectamente sino porque son opuestas a sus ideas. A lo largo de la historia muchas prácticas de este tipo terminaron por cambiar o desaparecer conforme la sociedad les fue dando de lado y raramente hubo fractura social.

Un ejemplo es el peto puesto al caballo del picador en las corridas de toros para evitar muertes más propias del cine gore que de un festejo, no solo por proteger a viejos jamelgos carne de matadero, sino por un público cada vez más consciente de que aquello no estaba bien.

Siempre he pensado que los que pretenden prohibir ciertas actividades tradicionales muy arraigadas en la sociedad deberían dialogar con los sectores sociales que las defienden, conocer sus motivos y argumentar la conveniencia de abandonarlas.

Insultar, amenazar y aprovecharse de que algunas de esas actividades son minoritarias o no están al alcance de cualquiera, crea una fractura social que solo favorece a quien obtiene rédito político incluyendo en su programa que las prohibirá por ley, aunque no se oponga a ellas una gran parte de la sociedad. Pero qué ocurre cuando se trata de tradiciones que no parecen molestar a nadie, tales como son la forma de celebrar la Navidad o la Semana Santa.

¿Porque motivo podrían querer cambiarlas o eliminarlas de una sociedad en la que han persistido siglos? La respuesta es bien sencilla: para eliminar la identidad de una sociedad y así crear un nuevo modelo social que sirva a los intereses de ciertos grupos.

Y es que el acervo cultural de una sociedad no tiene por qué ser bueno o malo para que estorbe a esos intereses. Por este motivo en el caso de las sociedades occidentales tales grupos intentan manipular mediante argucias las tradiciones propias de su acervo cultural de origen judeocristiano y, si pudieran, las prohibirían directamente.

Me pregunto de donde puñetas han salido los ridículos argumentos utilizados para defender que tradiciones como el Belén Navideño o los Reyes Magos pueden interpretarse a capricho en los espacios públicos.

No me habría sorprendido que hubiese quien los prohibiera en aras de un conveniente respeto a la pluriculturalidad, pero montar belenes estrafalarios que no lo son y hacer desfilar cabalgatas de reyes carnavalescas es ofender a todo un sector social solo para demostrar lo bueno y necesario que es cambiar las cosas establecidas.

Las nuevas generaciones merecen saber que cuando se intenta cambiar o prohibir las tradiciones de parte de la sociedad, sin aportar argumentos válidos y pretendiendo que se asuma como algo razonable y normal, se está generando autoritarismo y adoctrinamiento. Más cuando se hace con la connivencia entre ciertos políticos y buena parte de los medios de comunicación.

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