El ministro de Fomento, José Luis Ábalos, ha elevado el coste de los túneles bajo el río para la ronda SE-40 a entre 1.000 y 1.400 millones de euros en vez de los 800 millones estimados en principio. Un poco más y el cálculo se habría duplicado. Es cuestión de tiempo, ya que llevamos un decenio esperando el inicio de las obras, al igual que las tuneladoras contratadas a tal efecto y que generan bastante más gasto de almacenamiento que la cubierta de la Copa Davis. La clase política y empresarial sevillana ha interpretado la factura nonata de Ábalos como un aviso a navegantes para tratar de justificar la renuncia a los túneles y su sustitución por una solución menos gravosa, como un puente -que debería tener un gálibo enorme para permitir el paso por debajo de los buques mercantes que surcan el río hacia nuestro puerto-, o más barata aún, como sería lo que todos aquí creen es la secreta intención del ministro: el mero recrecimiento del tablero del Centenario.
A este paso Fomento puede acabar perpetrando otra rebaja como la del puente gemelo del de Calatrava en el Alamillo, sustituido por uno de tipo estándar en vez de replicar el diseño del ingeniero valenciano. Ábalos debe explicar cómo en una época de mínima inflación el coste del túnel se habría disparado en un 70% o si más bien se trata de un error de cálculo que debería pagar quien lo cometió, el propio Ministerio de Fomento pero nunca Sevilla.
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