Los datos recopilados por la Agencia Tributaria a partir de las declaraciones del Impuesto sobre la Renta son como la prueba del algodón: no engañan y reflejan la realidad de una provincia como la de Sevilla, en la que el 90% de sus municipios con más de un millar de habitantes (100 de los 106 que la componen) no alcanzan siquiera la renta disponible media del conjunto de España. Sólo superan ese listón una decena, nueve del Aljarafe más Sevilla capital. Esta última, por sólo 1.433 euros de diferencia, pese a lo cual mantiene ínfulas de erigirse en la capital del Sur de Europa.
Por una parte, la escasa generación de riqueza nos sitúa en el furgón de cola de España; por otra, se pone de manifiesto la existencia de dos Sevilla de distintas velocidades económicas, por expresarlo de forma metafórica: una, radicada en el entorno de la capital como su núcleo; otra, el resto de los municipios, con especial incidencia en la Sierra Sur, donde se concentran los pueblos con menor nivel de renta, por no decir los más pobres. Y entre todos, Marinaleda, esa ínsula incapaz de despegar pese (o por causa) a los cuarenta años de gobierno de Sánchez Gordillo. Así pues, la provincia muestra dos fenómenos convergentes: una mitad de municipios que se vacía de habitantes y que en su mayor parte se incardina también en ese 90% con renta menor que la media nacional. Despoblación y pobreza, dos caras de la misma moneda.
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