El ex presidente de EEUU, Barack Obama, aclamado en la Cumbre Mundial del Turismo, ha dado una magistral lección de sencillez al rememorar en Sevilla no tanto sus privilegiados viajes como líder planetario sino como turista mochilero en su juventud. Obama recordó “con felicidad” sus viajes a los 20 años, cuando con muy poco dinero hizo uno “memorable” a España, con una etapa entre Madrid y Barcelona en autobuses nocturnos para ahorrar y comiendo sólo pan con queso y a veces un poco de vino.
Aquel periplo, que le llevó a Kenia para conocer la tierra de sus antepasados, contribuyó a forjar su carácter, a ampliar su visión del mundo y de otras culturas y le dotó de una mente abierta, alejada de nacionalismos y populismos como el de quienes quieren levantar muros para separar a las personas en vez de unirlas y acercarlas, caso de su sucesor en la Casa Blanca, Donald Trump. De esta manera el ex mandatario reivindicó el turismo mochilero, justamente el tan denostado por gran parte del sector turístico sevillano, que abomina del “low cost” y sólo aboga por el turismo de alto poder adquisitivo. El turismo es un derecho universal y en cualquiera de esos turistas mochileros puede haber otros Obama en ciernes, que en su día podrían hacer la mejor propaganda de la ciudad como la que ha hecho el expresidente al recomendar que se viaje a Sevilla porque es “preciosa y espectacular”.
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