Suele decirse que el papel lo soporta todo, en el sentido de que los proyectos se justifican “a priori” con todo tipo de números que no han sido contrastados con la realidad. La estadística de los once años que lleva funcionando el tranvía que se inventó Monteseirín como sucedáneo del Metro que no iba a llegar al Centro demuestra el incumplimiento de las proyecciones de estudios elaborados por supuestos expertos en que se basó una línea que en superficie se solapa con la del Metro, de cuyo trazado subterráneo sólo se separa en los 650 metros que distan entre la Puerta de Jerez y la Plaza Nueva y que se pueden recorrer a pie en tan sólo ocho minutos.
Para tratar después de justificar la ampliación del tranvía a San Bernardo, cuyo coste de entre 10 y 13 millones de euros se sumó al inicial de 83 millones, se esgrimió otro informe según el cual se alcanzarían del orden de 7 millones de viajeros. La realidad ha demostrado siete años después que de los 4,7 millones de aquel entonces se ha pasado a 3,8 millones, casi un millón menos en vez de casi tres millones más. Cuando Zoido hizo suyo luego el proyecto de ampliar la línea a Santa Justa, que a su vez asume Espadas, hizo una proyección de 10 millones de usuarios. Al coste de 48 millones nos acabaríamos gastado 144 millones en comprobar tal hipótesis, poco probable a la luz de la estadística, en una línea que duplica el Metro o/y el Cercanías. Un absurdo económico.
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