La Fundación Atarazanas ha puesto el grito en el cielo por tener que devolver al Ayuntamiento las llaves del espacio que ocupaba desde hacía ocho años en el Pabellón de Colombia de la Exposición del 29 por autorización del gobierno de Monteseirín. Independientemente de que los dos anteriores presidentes de la entidad crearan la denominada Red de Ciudades Magallánicas con el fin de recaudar fondos de organismos públicos al margen de la propia Fundación y a espaldas del Ayuntamiento de Sevilla, cuya imagen quedó así dañada en el extranjero, la postura de Espadas en este asunto no puede ser de más sentido común.
El alcalde ha dicho en respuesta a las iras del nuevo titular de la Fundación que “cuando se pide un espacio a una Administración Pública es porque detrás tiene que haber un proyecto que especifique cuánta gente trabajaría allí y qué servicio prestaría”, requisitos que hoy por hoy no reúne esta entidad y que habría que ver si cumplen también muchas otras de las que hasta ahora gozan del disfrute de locales municipales sin saberse muy bien por qué y para qué.
De todos modos, los entes que emanen de la sociedad civil sevillana deberían aspirar a autofinanciarse y a contar con sus propios medios para así tener completa libertad frente a los poderes públicos, en vez de verse condicionados por la petición de subvenciones o de la cesión de sedes en las que desarrollar su labor.
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