Por séptimo año consecutivo la capital pierde población, en esta ocasión, 794 habitantes, más incluso que el año pasado. Según los datos del servicio de Estadística del Ayuntamiento la ciudad cuanta ahora con 113.522 habitantes, bajando ya de la cifra de los 114.000 del pasado año. Siete años perdiendo habitantes es ya un período más que considerable para comenzar a hacer un análisis sosegado de lo que está pasando en esta ciudad, sobre todo, porque en lugar de atraer a la población que se va del medio rural, que es otro problema grave que es necesario atajar, es la capital la que emigra a localidades del cinturón metropolitano y a otras grandes ciudades del país. Los motivos serán posiblemente muy variados, pero casi con toda seguridad, tienen mucho peso el hecho de que la ciudad no presta servicios de calidad, que hace más de diez años que no se construye vivienda nueva, salvo algunas promociones aisladas (el año pasado fueron poco más de 80 visados los que se registraron) y que existe un mercado laboral condenado al sector servicios. Hablamos mucho últimamente del modelo de ciudad que queremos, pero lo más importante es que ese modelo propicie que las personas quieran vivir en la capital y, desde hace casi una década, las condiciones no son ni mucho menos propicias para ello.
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