Doñana 50 años

El fin de un milenio

Durante un milenio poco pasó en esta esquina de España. Pero tras la guerra civil se precipitaron los acontecimientos.

Publicado: 07/06/2019 ·
09:28
· Actualizado: 07/06/2019 · 13:11
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Autor

Jorge Molina

Periodista, escritor y guionista. Y siempre con el medio ambiente como referencia

Doñana 50 años

Doñana cumple 50 años como parque y es momento de contar hechos sorprendentes

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Doñana existe desde que el cordón de dunas cerró el golfo del Atlántico (que llegaba hasta al menos Alcalá del Río) y empezó el Guadalquivir la tarea de enterrar el lago creado. Pero eso fue hace mucho tiempo y como resulta algo aburrida la geología (a quien escribe le apasiona, pero admite que es raro en eso) no seguiré por ahí.

La aventura de Doñana finalizó en cierto modo en 1969, hace 50 años, cuando se crea el parque nacional oficialmente.

En aquel siglo XX se precipitaron los acontecimientos para un territorio que durante un milenio había visto pasar todo tipo de reyes y de gañanes, pero cambios, lo que se dice cambios, pues pocos. Cualquiera de los que se acercaban por allí predaba, pero fueron los cazadores de alcurnia quienes pusieron a Doñana en el mapa.

Durante siglos, los duques de Medina Sidonia, que eran los propietarios; los reyes de España que se iban sucediendo (Alfonso XIII de lo último que hizo antes de exilarse a Italia fue disfrutar de un nuevo fin de semana doñanero de caza); así como aristocracia de dinero o de sangre, acudían a Doñana a disparar, pasando noche si se precisaba en el Palacio de Doñana, pues todavía no existía el de Marismillas, el que ahora aloja el descanso de los presidentes del Gobierno. Doñana tenía su único sentido en la caza; los habitantes de alrededor aprovechaban huevos, colmenas, madera, piñas, cultivos de huerto, y poco más, en la medida que se lo autorizaban los nobles propietarios.

Fue en 1900 cuando algo cambió. Los duques de Medina Sidonia sufren ciertas estrecheces y venden Doñana, su cazadero privado de todo tipo de mamíferos y aves, por 150.000 duros (450 euros) a Guillermo Garvey Capdepon, el conde de Garvey, quien la adquiere para su hijo, gran aficionado a la caza y quien escribió el primer libro de safaris en lengua castellana. El caso es que, llegado 1940 Doñana se divide en dos. Los ‘herederos’ de Garvey -los marqueses del Borghetto– mantienen una parte, y otros tres bodegueros la otra. Ese trío lo conforman los dueños de Tío Pepe, los González; un bodeguero de La Palma, Salvador Noguera; y López de Carrizosa, otro hacendado y marqués del Mérito.

Quieren Doñana para mantener relaciones sociales, hacer negocios y fardar, todo ello a través de cacerías de alto nivel, tanto de aves como de ciervos o jabalíes. Pero en esta historia hay dos chicos que lo trastocan todo, como en un buen guión de cine. Uno de ellos, de 17 años en ese momento, es Mauricio González, hijo del dueño de González Byass, Manuel González Gordon, quien practica una extraña costumbre: ir al coto con prismáticos, y no con escopeta. El chaval -alto, bilingüe y universitario formado en Estados Unidos- no sabía la que iba a liar en cuanto se topó con otro raro. Pues por allí apareció otro personaje, en este caso bajito, enfermo y tan tieso en lo económico como su pierna en lo literal a causa de la tuberculosis ósea. Se llamaba José Antonio Valverde…

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