Tengo claro que los partidos que he podido ver del Recreativo esta temporada en el Nuevo Colombino me gustan. Es pronto, prácticamente toda la plantilla es nueva, el estado físico aún no es el ideal, y con todo eso, teniendo en cuenta el margen de mejora que se preve, estoy contento. De momento las victorias ante Talavera y UCAM Murcia y el buen partido del Trofeo Colombino dejaron buenas sensaciones. Ante el equipo toledano se demostró el potencial ofensivo del equipo, ante los murcianos se hizo más hincapié en mejorar la defensa, y en la exhibición ante el Osasuna para mí se vio un fondo de armario interesante, incluso de jugadores de cantera del club. Hasta ahí bien, teniendo en cuenta que evidentemente hay cosas que creo que son mejorables: excesiva conducción del balón en algunos casos o no fallar pases fáciles, así como aumentar la capacidad física en general de la plantilla. Todo es solucionable. Y también quizás el déficit de tener un central zurdo más en el equipo, algo que Zamora debería de estar mirando ya para corregir en enero. En cualquier caso, y salvo una plaga de lesiones terrible, podríamos tirar bien.
El problema es cuando lo he visto fuera de casa. Las sensaciones son muy distintas. El Recreativo pasa de Jeckyll a Mr. Hyde, y esta segunda personalidad difiere mucho de lo anterior. Me da un poco de pereza comentar todos los fallos concretos, porque creo que al final todo se basa en dejar de competir o en tener menor intensidad en algunos momentos. Y lo cierto es que la humildad está muy bien en un equipo de fútbol para mejorar el trabajo diario, para conocer los errores y saber las limitaciones. Pero un Recreativo de casi once mil abonados en Segunda B, por mucha deuda que arrastre y lo difícil que haya sido montar la plantilla (cada año es un pelín más fácil, se van haciendo las cosas bien en ese aspecto), siempre tiene que salir en el césped con la ambición suficiente como para llevarse los tres puntos.
Por suerte el problema se ha detectado pronto. Lo visto en la versión casera ofrece buenas perspectivas de futuro y el enfado monumental de Monteagudo (justificado, aunque también tuvo su parte de culpa en la derrota) ante el Villarrobledo, es mejor que ocurriera en la jornada tres que en la treinta. El fútbol tiene esa capacidad de crear leyendas con grandes éxitos pero de olvidar muy rápido el ayer durante la competición. Lo cual, más lejos de ser terrible, es una consecución de oportunidades. Este fin de semana, en Mérida (anecdóticamente penúltimo en la tabla) es la oportunidad de matar a Mr. Hyde. Esperemos que se aproveche.
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