En 1933, en pleno régimen fascista, un grupo de amigas comenzó a jugar al fútbol en Milán, llevadas por su pasión hacia este deporte, y lograron disputar el primer partido de balompié femenino en Italia, una hazaña que quedó perdida en la historia y que la periodista Federica Seneghini rescata en su libro "Las futbolistas que desafiaron a Mussolini".
"La idea surgió en 2019, durante el Mundial femenino, cuando me encargaron explicar el origen del fútbol femenino en Italia", explica a Efe la autora del libro de la editorial Altamarea y periodista del diario italiano 'Corriere della Sera'.
La novela, que saldrá a la venta este miércoles en España tras triunfar en Italia, sigue la historia de un grupo de chicas de entre 15 y 20 años que, llevadas por su pasión desbordante, fundaron en 1933 el primer equipo de fútbol femenino italiano y desafiaron al régimen fascista de Mussolini practicando un deporte reservado exclusivamente a los hombres.
Seneghini desvela que, a pesar del gran hito que lograron estas mujeres, su historia "no aparecía en ningún lado", y fue el académico experto en ‘calcio’ Marco Giani quien se la relató: el 11 de junio de 1933 se jugó el primer partido de fútbol femenino en Italia.
“Las chicas que decidieron jugar al fútbol en los años 60, 70 y 80 tuvieron que empezar de nuevo, presentarse otra vez porque no sabían de la existencia de este equipo femenino de los años 30. Era una historia familiar que se contaba en las casas de Milán, pero que no salía en la prensa o los libros de historia”, remarca.
Tras conocer la historia, Seneghini se reunió con Grazia Barcellona, “el último testimonio de esta historia, hija y sobrina de sus protagonistas", un encuentro que no le dejó indiferente. A partir de ese momento, la escritora comenzó a recopilar las cartas que las chicas enviaron a los diarios para hacerse conocer y artículos de prensa de la época.
Aunque las jóvenes hermanas Rosetta y Marta Boccalini, protagonistas de la novela, desafiaron a Mussolini con su pasión por el balón, la autora no cree que su objetivo principal fuera ese, pues habían nacido con el régimen.
"No habían conocido lo que era vivir sin el fascismo, no conocían la libertad", explica.
Fue la pasión por este deporte, por el que sentían "un amor tenaz y no un capricho" -en palabras de Rosetta-, lo que llevó a estas "giovinette" (jovencitas) a luchar por su sueño, a pesar de las miradas de reproche cuando jugaban en el parque y de los comentarios que la prensa de la época renegando de ellas.
Lo que empezó como un simple entretenimiento "para hacer algo nuevo" se convirtió en un equipo consolidado que llegó a tener 50 jugadoras que cada semana practicaban el fútbol “de forma moderada”, como Mussolini dictaba que debían actuar las mujeres.
El régimen fascista, que llevaba diez años gobernando la vida de los italianos, proyectó una visión machista que se vio reflejada en los comentarios sexistas de los diarios de la época, que se burlaban de lo que hacían, tachándolo de “antideporte” y “tonterías americanas”.
"Muchos de los diálogos que aparecen en la novela, de chicos fascistas que hablan de las chicas, todavía los escucho hoy. Por ejemplo, la frase ‘el fútbol femenino no es ni fútbol ni femenino’ la escuché varias veces durante el Mundial 2019", lamenta la autora.
Aún así, Seneghini tiene la esperanza de que cada vez se hable más de esta disciplina que ganó popularidad tras el Mundial 2019, cuando "por primera vez, la sociedad italiana vio en la televisión pública un partido".
"Creo que este libro ha dado mucho al fútbol femenino de Italia, añadiendo una historia que antes se desconocía", valora Seneghini, quien con su novela ha logrado que el ayuntamiento de Milán (norte de Italia) dedique, también por primera vez, una calle a un equipo de fútbol femenino.
La periodista confiesa que en España “la situación es diferente” y se refiere al fútbol femenino nacional como un “referente” con el deseo de que el italiano crezca tanto: “En España está el Barcelona, que tiene 3 millones de seguidores en redes sociales. Es algo increíble”, dice.
La escritora espera que la novela sea solo el principio de algo más grande y lleva dos años presentando el libro en escuelas e institutos, pues considera que "es más importante trabajar con los niños que con los adultos: con ellos se tiene la esperanza de cambiar la mentalidad".
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