De vuelta a Ítaca

El repelente al que todo le molesta

El barrio de Santa Cruz ha perdido a un vecino peculiar. Pero peculiar, peculiar, peculiar. De los de verdad, nada menos que un pavo real...

Publicado: 04/02/2020 ·
22:17
· Actualizado: 04/02/2020 · 22:17
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Autor

Alejandro Sánchez Moreno

Alejandro Sánchez Moreno nació en Sevilla. Es docente e historiador. Especialista en historia del movimiento obrero andaluz

De vuelta a Ítaca

Análisis de cuestiones, tanto históricas como de actualidad, desde una visión crítica de nuestra realidad política, económica y social

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El barrio de Santa Cruz ha perdido a un vecino peculiar. Pero peculiar, peculiar, peculiar. De los de verdad. Y es que el que se ha marchado era nada menos que un pavo real de los del Alcázar, que se había hecho fuerte en un torreón de los que dan al callejón del Agua, del que se había encaprichado y en el que siempre pernoctaba. Los vecinos dicen que el animal llevaba allí “toda la vida” y que cuando estaba en celo se escuchaba su graznar desde las seis de la tarde hasta las once de la noche, en un sonido que se había hecho ya cotidiano para esos vecinos que todavía viven allí resistiendo a la turistificación salvaje del barrio.


Compartir vecindad con un pavo real al que te encuentras cada mañana picoteando el torreón, y poder de vez en cuando observar su majestuosa cola abrirse con todo su esplendor, tiene que ser desde luego algo hermoso. Y así lo sentía al parecer la gente del barrio. Una gente que se había  acostumbrado a ver cómo hasta los guías turísticos se pasaban por allí para enseñar a su pavo. Pero lamentablemente algo ha acabado bruscamente con esta convivencia. Y todo porque en esta sociedad cada vez más individualizada, el antipático al que todo le molesta cada vez tiene más derechos reconocidos.


Así, un tipo que no tendría que haber tenido más atención que la de ser considerado el más tonto del barrio, denunció al ayuntamiento que los graznidos del pavo le molestaban. El zoosanitario, rápidamente se hizo cargo del asunto y retiró al pavo real del monumento, siendo dado en adopción a una familia a la que seguramente le quedaría bonito el animalito en su jardín. Los responsables municipales, intentaron antes  conseguir que el pavo escogiese para estar otro lugar en el Alcázar, pero fue imposible porque ese torreón era su hogar.


El vecindario lamenta haber perdido el pavo, y a buen seguro que el pavo también echa de menos su torreón. Pero, ¡Qué le vamos a hacer si el ayuntamiento ha decidido dar más importancia a la opinión de un repelente que a la del resto de personas que vivían allí! Al fin y al cabo es un hecho que este mundo ya es de ellos. De esos repelentes que no saben vivir en sociedad porque todo les molesta. Repelentes que se están haciendo cada vez más fuertes y que son capaces de poner en peligro hasta lo más sagrado con tal de que nada ni nadie les moleste.

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